Memorias de una Santa Semana

Agüeros, costumbres, tradiciones populares o como se le quiera llamar instalaron a los abuelos, en su momento, en otra dinámica religiosa que para ellos cobraba un sentido más profundo de regocijo, reflexión y arrepentimiento en Semana Santa.

Otras costumbres rezaban por estos días de Semana Santa, tiempo atrás. Al lunes, martes y miércoles de trabajo; al Jueves Santo de ayuno y al Viernes Santo de rezo, los abuelos sumaron otras prácticas culturales que por generaciones se cumplieron y que hoy, si se recuerdan, es una bendición.

Tanto es así que sobre ellos recae lo que podría definirse como un relevo de prácticas que estaban o no permitidas durante los días Santos. La abuela Pureza Chaguála recuerda con EL NUEVO DÍA que de no cumplirse se incurría en pecado divino. Los viejos tuvieron claro que la Semana Santa era santa.

Pero, ¿cuáles eran esas prácticas, que hoy muchos tildan de agüeros, costumbres o tradiciones populares pero que para los abuelos, en su momento, recobraban un sentido religioso y sagrado?

Lo que sí y lo que no
   
Si usted sostenía relaciones sexuales con su pareja un día santo, se quedaba pegado a ella; si comía carne, escuchaba música, hacía ruido o salía a bailar el Viernes, era pecado moral, y si se bañaba en un río, corría el riesgo de convertirse en un pescado.

Pureza cuenta que barrer un día santo era tanto pecado como no confesarse en esos días. Comer pollo y tomar vino el Jueves Santo era una tarea al igual que comer solo pescado el Viernes.

Hacer un sahumerio los días santos  en la mañana y en la tarde era necesario si se quería alejar los malos espíritus y las energías negativas y dar paso a la prosperidad. No hablar tan fuerte, no gritar y no reírse el viernes ni el sábado santo no era opcional.

Pero estos días de austeridad en Semana Santa quedaron atrás. “Ahora ya no se hace nada de eso. Ya casi ni hay tiempo para rezar un rosario, cuando en mi época se tenía que rezar y de rodillas. Mi padre nos levantaba a mis hermanos y a mí antes de que amaneciera para el primer rosario del día santo y así lo hice yo con mi hijos”, recuerda Pureza.

Este rezo se hacía frente a un altar construido por ellos mismos. Según Primitivo Vera, el altar debía ser levantado en un rincón, diagonal a la ubicación de la cama. “Ahí encontraba desde camándulas, novenas y velas que se encendían durante las oraciones”, apuntó el abuelo.

Vestidos para la ocasión

La ropa que se utilizaba en aquellos días no era nada parecida a la que utilizan hoy algunos feligreses para ir a la iglesia o a un acto litúrgico.

“Primero porque no podíamos ir con escote, eso era como faltar el respeto al Señor. Los tenis se dejaban en casa guardados, no íbamos para ningún paseo e íbamos a orar a Dios”, dice la abuela.

Con tenis o sin tenis, lo cierto es que las prácticas han cambiado, pero no porque se hayan transformado o se hayan dejado atrás quiere decir que los católicos de hoy no viven la Semana Santa como tiempo de reflexión con Dios. Las costumbres han cambiado y las prácticas culturales no son las mismas.

Credito
REDACCIÓN LOCAL

Comentarios