Riachuelo, la tierra que aún llora a sus hijos ausentes

La estela de dolor y muerte dejada por los paramilitares del Frente Comuneros Cacique Guanentá de las AUC entre el 2000 y el 2006, aún se pasea por este corregimiento de Charalá.

La estela de dolor y muerte dejada por los paramilitares del Frente Comuneros Cacique Guanentá de las AUC entre el 2000 y el 2006, aún se pasea por este corregimiento de Charalá. 

Nadie olvida que allí se abrió una de las escuelas de reclutamiento forzado de menores, dirigida por comandantes que abusaban sexualmente de niños y jóvenes. A pesar de que el Estado realizará la reparación colectiva a las víctimas, muchos todavía se preguntan qué pasará con los sobrevivientes y a dónde fueron los que no han regresado.

“Se escuchaban gritos, como si alguien los torturara. No podíamos dormir tranquilos, pues entre esos podría estar Camilo, nuestro hijo, que un día salió de la casa a las 5 de la tarde y nunca regresó. Dicen los últimos que lo vieron pasar que los paramilitares se lo llevaron. Lo buscamos por mucho tiempo, pero después un ‘para’ me dijo que no lo buscara más, que estaba muerto”. 

“Carlos Andrés tenía 14 años cuando se lo llevaron en 2003. Era mi nieto. Junto a su mamá, que era mi hija, vivíamos cultivando yuca, caña y plátano. Él iba a la escuela de Riachuelo. Los paramilitares lo obligaron a asistir a las reuniones en el parque y luego se lo llevaron a la escuela de reclutamiento que dirigía ‘Chirrete’. Supe que participó en combates en el Socorro. Murió en eso y luego nos entregaron su cuerpo con el de otro muchacho de 17 años”.

“A  Alias ‘Chirrete’ y ‘Silvestre’ les gustaban los niños. Cuando se emborrachaban  los abusaban y por eso, sus comandantes los mataron”. 

Estas y otras historias marcadas por el dolor, el sufrimiento y la muerte, aún se recuerdan en el corregimiento de Riachuelo, de Charalá, azotado desde 2000 hasta 2006 por el Frente Comuneros Cacique Guanentá, perteneciente al Bloque Central Bolívar de las Autodefensas Unidas de Colombia, AUC, liderado por Rodrigo Pérez Alzate, alias ‘Julián Bolívar’. 

Si bien es cierto que más de 33 municipios y ocho corregimientos de las provincias Guanentá y Comunera sufrieron el dominio de estos grupos armados, sobre Riachuelo pesa el hecho de que muchos de sus niños y jóvenes hayan terminado en las filas de los ‘paras’, siendo víctimas de abuso sexual. Incluso, hoy se habla de que perdieron una generación de sus hijos  que  aspiraban, como sus padres, a vivir de las ricas tierras de esta zona. 

Pero hoy también se habla de la reparación integral, económica y simbólica, de las víctimas dentro de la Ley de Justicia y Paz –como ha ocurrido en el corregimiento La India, en Landázuri– de ayuda internacional, de estrechar la mano con los que un día fueron sus enemigos y que hoy se conocen como desmovilizados. 

Se habla de la llegada de un centro de salud, de un puesto de Policía, de una planta de tratamiento de agua, de proyectos productivos para los campesinos, todo lo que los ‘paras’ nunca hicieron por ellos, dicen las víctimas de este conflicto, a pesar de que les prometieron prosperidad y cambios cuando llegaron no solo a ocupar sus tierras, sino también sus vidas.

La caída del mal  

José Danilo Moreno Camelo, alias ‘Alfonso’, fue el comandante general del Frente Comuneros Cacique Guanentá cuando se inició en el año 2000, que se desmovilizó en el nordeste de Antioquia a mediados de 2003. Pero fue durante la dirección de Carlos Alberto Almeida Penagos, alias ‘Víctor’, el segundo comandante militar al mando de esta agrupación que operó en Riachuelo, que su subalterno, William Parra Arroyave, alias ‘Diego Armando o Chuster’, jefe de la escuela de formación, emprendió el abuso contra los menores en compañía de alias ‘Chirrete’  y ‘Silvestre’, quienes se encargaban de reclutarlos.  Así lo han asegurado varios de los ‘paras’ sometidos a Justicia y Paz.  

‘Chirrete’ y ‘Silvestre’, al parecer asesinados por sucesores de ‘Víctor’ –que fue capturado en 2003 y que falleció en 2005 –, permanecían en la escuela que funcionaba en inmediaciones de la finca El Cuadro, en Riachuelo.   

Las víctimas de este conflicto afirman que Parra Arroyave o ‘Chuster’ también tenía un prostíbulo en San Gil, cuyas mujeres  trasladaba hasta fincas de Charalá durante las celebraciones. “Traían a ‘doctoras’ de San Gil que hacían musarañas desnudas, a las que les prendían velas sobre el cuerpo y bebían whisky. Al mismo tiempo, llevaban muchachas de Riachuelo para que aprendieran lo que ellas hacían”, recuerda una de las sobrevivientes de estos hechos. 

Al parecer, la instrucción que se daba en El Cuadro estaba relacionada con la que se impartía en la vereda La Mina, corregimiento de Pueblo Viejo, en Coromoro, donde también funcionó una escuela de reclutamiento, a donde llegaban jóvenes provenientes de todo el país. 

Esta escuela, según la versión entregada por los paramilitares a Justicia y Paz, duró muy poco, pero varias de las víctimas aseguran que los menores fueron sometidos durante años. 

La caída o ‘Salto del Ángel’ que hoy día es un lugar frecuentado por los pobladores los fines de semana, también esconde muchas historias. Según han contado los desmovilizados,  en este lugar se creó una discoteca, con luces de colores que apuntaban a la caída de agua y casas hechas en medio de los árboles, donde la rumba y la tragedia se mezclaban cada noche. “Allí se arreglaban matrimonios, se liquidaban sociedades, se cobraban deudas. Aplicaban los códigos de las AUC, eso fue lo que dijeron algunos de los postulados (a Justicia y Paz)”, aseguran las víctimas. 

En este trágico escenario también figura alias ‘Rodrigo’, el tercer y último comandante militar y financiero que tuvo el Comuneros Cacique Guanentá en esta zona. ‘Rodrigo’, Gerardo Alejandro Mateus Aceros, en sus versiones libres ha dicho que aunque la organización no quería tener menores por orden de ‘Julián Bolívar’, cada uno de los frentes se manejaba “con diferentes directrices el tema y sí hubo reclutamiento de menores”. 

De acuerdo con este postulado, los menores que ingresaban al campo de entrenamiento superaban los 15 años y lo hacían de manera voluntaria. Sin embargo, algunos de los menores que se han reintegrado a la sociedad civil, aseguran que eran seducidos por la falta de recursos económicos y de educación, y porque muchos reclutadores entregaban información sobre sus familias.  

En agosto de 2003, alias ‘Rodrigo’ fue capturado y puesto a disposición de la autoridad competente. Hoy día se encuentra en una de las cárceles de Bucaramanga y como postulado a Justicia y Paz sigue rindiendo declaraciones sobre sus víctimas. 

Tras la caída de este ‘eje del mal’, el Frente Comunero Cacique Guanentá es trasladado a Puerto Berrio.

Todo fue violado  

Ni la iglesia de Riachuelo se salvó, comentan algunos, pues según se ha podido conocer, muchos de los paramilitares la tomaban a su antojo y antes de ir a los enfrentamientos, la abrían y buscaban la protección divina. “Porque todos eran fieles a la Virgen”, recuerdan algunos de los pobladores. 

Pero este lugar esconde un secreto más. Al parecer, debajo de su altar se encuentra un túnel que comunica con la caída de agua del ‘Salto del Ángel’, utilizado por los indígenas guanes para trasladar piedras y agua antes de la Colonia, y que también fue invadido por los ‘paras’ para guardar armamento y al parecer, desaparecer personas. Esto solo se sabrá luego de que la Fiscalía lo intervenga y salga la verdad a la luz. 

¿Dónde están los que no han vuelto y los restos de los que murieron?, dicen algunos de los sobrevivientes de esta tragedia, casi oculta para la sociedad santandereana. 

Mientras esperan el dinero de la reparación y las ayudas prometidas por el Gobierno, se refugian en la reparación simbólica. Con la ayuda de la Alcaldía, la Personería Municipal de Charalá y organizaciones sociales como Iniciativa de Mujeres por la Paz, se organizan talleres sobre Derechos Humanos, se siembran árboles en el ‘Salto del Ángel’ para recordar a sus víctimas y poco a poco, a pesar del temor que les genera hablar de lo que vivieron, unos cuantos valientes confiesan la procesión que llevan dentro.

Credito
XIOMARA MONTAÑEZ MONSALVE

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