“La serpiente sin ojos” o la tradición de la violencia

La frase “Nadie viajó tan lejos para encontrar su propia tumba”, que se lee en los dos primeros renglones de esta novela, parece sintetizar el contenido de la misma y cierra la trilogía sobre la vida de Pedro de Ursúa y ese enjambre de guerreros españoles que, acicateados por la avaricia, iniciaron las más cruentas aventuras que registran las páginas de la conquista de América.

La frase “Nadie viajó tan lejos para encontrar su propia tumba”, que se lee  en los dos primeros renglones de esta novela, parece sintetizar el contenido de la misma y cierra la trilogía sobre la vida de Pedro de Ursúa y ese enjambre de guerreros españoles que, acicateados  por la avaricia, iniciaron las más cruentas aventuras que registran las páginas de la conquista de América. Con este texto  William Ospina nos sumerge en un raudal de mezquindades, traiciones y maquinaciones, que si bien hacen parte de una época compleja de nuestra historia, son igualmente un ejemplo de las más grandes demostraciones de amor del género humano.

Este ensayista y poeta tolimense que desde hace nueve años aceptó el reto de cambiar de género, pese a los riesgos, sale airoso de su inmersión en la novela histórica que se inicia con “Ursúa”, joven español que logra impresionantes victorias contra los indios y los cimarrones, funda la ciudad de Pamplona, persigue las huellas del Dorado y se dirige al sur en busca  de la riqueza que le es esquiva. En “El país de la canela” Ursúa escucha pacientemente los pormenores de la fracasada conquista de un país utópico y la locura de Gonzalo Pizarro ante la dimensión de su fracaso.

En “La serpiente sin ojos” Ursúa se enfrenta a una dicotomía que no logra resolver. El afán de conquistar tierras llenas de oro, frente al amor de Inés de Atienza, una mujer rica en cuya sangre bulle por partes iguales el componente español y el inca. Al caer en esta trampa los enemigos que en la sordidez de la selva han tramado su fin, se toman el escenario y hunden sus aceros en el cuerpo del joven español, ganador de cinco batallas y autor material e intelectual de masacres y desatinos. El responsable de este desangre no es otro que el legendario Lope de Aguirre, el que se hacía llamar “La ira de Dios” y quien aparece en innumerables novelas, crónicas y leyendas, como uno de los personajes más perverso de los conquistadores españoles.

Cada uno de los treinta y tres capítulos que conforman la obra esta precedido de un poema, resumen de los hechos. Este mecanismo artificioso parece ser un ejercicio más del poeta para liberar la prosa de lirismo y alcanzar cierta sobriedad descriptiva y tono narrativo en el resto de la obra.

Esta novela cruda, pese a la sutileza del lenguaje, explica de alguna manera esa tradición de la violencia que nos ha correspondido vivir y que en palabras del narrador “ha sido el martillo  y el cincel de la conquista” y de nuestra historia, agregaríamos nosotros.

Credito
LIBARDO VARGAS CELEMIN Profesor Titular UT

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