Progresismo, legitimidad o parodia (I

Alberto Bejarano Ávila


Decía atrás que el “progresismo tolimense” se convirtió en parodia o ficción, dictamen crudo pero obligado porque en el Tolima sigue imperando el prurito electoralista y aun no surge la legítima cultura política regionalista que pueda acogerse como nueva y común manera de ver, sentir y concebir el futuro, cultura que concite acuerdos de voluntades y nos una en un legítimo modelo de organización política para comenzar la transformación tolimense. 
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Debo decirles a quienes de buena fe se invisten como progresistas que, para serlo, no es suficiente ser probo, buena persona y sensible ante problemas específicos, pues ese es biotipo natural del legítimo líder y decirles también que eviten parecerse al politiquero ególatra, caudillista, mesiánico y carente de ideas renovadoras, pues este es la antípoda del liderazgo que unifica, guía e invita a coparticipar en dinámicas sociopolíticas verdaderamente progresistas.

Cito el aleccionador refrán, “el mono, aunque se vista de seda…”, para afirmar que el asunto es sencillo: se es progresista o no se es. Creo que el progresismo se desfigura cuando acepta ser plato de sobras o colcha de retazos de la insidiosa politiquería y sus variopintos paraguas electoreros, sin democracia ni ideas progresistas para el Tolima y donde se guarecen quienes ejercen el politiqueo para saciar su codicia personal, económica o de figuración y que jamás serán expresión política de fuerzas de cambio unidas en partidos o colectivos democráticos, con plan transformador basado en un modelo de desarrollo ideado para el Tolima y cuyo fin supremo sea que el Tolima entre a la ansiada etapa de modernidad, bienestar y prosperidad. Embustera es la política incapaz de construir historia realmente tolimense. 

Digo también que el progresismo amarillea y se convierte en contestatario y pseudo crítico y por ende en sospechosamente electorero cuando solo apela a la abstracción de problemas específicos para alegar que lucha por la trasformación, pues esa lucha es sistémica y de largo plazo y, por ello, el genuino progresismo debe encarar las profundas causas y no los síntomas someros. Cito, como ejemplos, la lucha ambiental (agua, oxígeno, ruido); por cuestiones de género; contra la corrupción; contra el centralismo y más, para subrayar que, en su conjunto, las luchas sociales suponen vocación de poder para descubrir y eliminar causas y obstáculos que suelen ser los mismos de todo problema y que conocemos como poder ilegítimo, venal y depredador de la satrapía individualista que, en el caso tolimense, solo será derrotada con peso político y liderazgo colectivo regionalista, solidario y resuelto a conquistar poderes para fundar la cultura progresista y reencauzar recursos y oportunidades hacia el desarrollo.

El progresismo sólo será fuerza política renovadora cuando las individualidades se unifiquen en colectivos o partidos. Sugiero entonces a los progresistas, de todo el Tolima, reconocerse, enlistarse por municipios y convocarse a una gran plenaria para fundar un ente progresista-regionalista y pactar las rutas a seguir. El genuino progresismo debe nutrirse del saber y por ello la academia y la intelectualidad tolimense tendrían que converger hacia el progresismo.

 

Alberto Bejarano Ávila

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