Futurología tolimense (I)

Alberto Bejarano Ávila

Por deber histórico y con fundamento en las ideas y prácticas que direccionaron, territorial, social, económica y políticamente al Tolima en los pasados años, en la manera como hoy se direcciona y en la dura realidad del presente, convendría realizar un objetivo, descarnado y amplio debate para extrapolar y describir con detalle, cómo será la realidad que, en 50 años, 1974, como adultos vivirán los niños de hoy y los que nacerán en la década presente y, desde luego, anticipar a esa realidad, que auguramos funesta y afrentosa, una visión de futuro que inspire y oriente a legítimos lideres, que posibilite la voluntad de corregir errores del pasado, que exija trazar una perfectible hoja de ruta para el largo y que suscite férrea unidad política o liderazgo colectivo, virtud esencial para construir la nueva historia de los tolimenses.
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Cuando hablo de la visión de futuro no me refiero a la “Visión Tolima 2050” que, aunque en algunos apartes pareciera ofrecer buenas directrices, en general es un compendio sofístico, justamente porque no parte de las lecciones del pasado y el presente y por ende de augurios funestos derivados de esas lecciones, como serían, ejemplo, una decadencia moral aún más profunda; la caótica fragmentación social; la exclusión casi absoluta de los tolimenses de las dinámica económicas; la extremada crisis medioambiental, especialmente escasez del agua; una sociedad sin identidad ni horizontes esperanzadores. 

Es innegable que estas y más crisis dolorosas ya vienen creciendo, pues con tan solo observar la cotidianidad comprenderemos que sus síntomas son cada vez más invasivos y dolorosos y que ello a nadie le importa.

¿Qué nos une hoy a los tolimenses para creer que podamos imaginar un futuro mejor, trazar estrategias para alcanzarlo y caminar juntos hacia ese futuro? Ante esta pregunta crucial, la cruda respuesta es que hoy nada nos une y todo nos divide, pues los lazos de identidad que otrora parecían afirmar el tolimensismo fueron arrasados por esa politiquería, que, además, eliminó toda voluntad para tejer nuevos lazos de unidad tolimensista. 

Nos desunen clanes; gamonales; hegemonías; clientelismo; partidos políticos caducos e corruptos; oscurantismo político; egolatría mórbida; mediocridad conceptual; centralismo; abuso del poder y silencio de la decencia; polarización nacional; arribismos; pequeñez mediática; clasismo decadente y, sobre todo, una incurable discapacidad para dialogar y concertar caminos hacia el futuro.

Tan árida perspectiva nos exige afianzar la esperanza y para ello, desde mi modesto parecer, debemos imaginar, como posible, un proceso de transición donde jóvenes y adultos, críticos, sensibles, capaces de avizorar futuros lejanos, inmunes al egocentrismo y por ende  gestores de liderazgo colectivo, repudian el corrompido modelo político dominante, admiten que las regiones engrandecen a los países y no los países a las regiones y, bajo tesis de regionalismo autonómico, construyen un ideario político tolimensista y moderno, los derroteros hacia el futuro imaginado y se unen en un colectivo o partido guiado por ese ideario y por dirigentes históricos y no por ganapanes personalistas y de corto vuelo ideológico. Continua…

 

Alberto Bejarano Ávila

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