Corrupción integral

Alfonso Gómez Méndez

El periodista Felipe Zuleta, a propósito del escándalo en corrupción del MinTic, vaticina que esta vez tampoco pasará nada. A no ser que, como es de esperarse, la Fiscalía y la Corte Suprema nos den una sorpresa y lleguen a la ‘pepa’ de la corrupción.
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El informe del domingo de la Unidad investigativa de El Tiempo describe, en toda su extensión y con este caso concreto, el fenómeno de la corrupción y la impunidad judicial, política y social que lo protege y lo multiplica. Nadando entre los vericuetos de la ley de contratación, unos avivatos con conexiones administrativas y políticas logran ganarse una licitación aparentemente amañada, que tenía como objeto conectar -que ironía- siete mil “centros poblados” -el mismo nombre usado para las pilatunas- a través de las hoy indispensables redes de internet.

Después de recibir el “anticipo”, los “aviones”, al mejor estilo de Copperfield, hacen desaparecer el dinero depositado en cuentas en el exterior -seguro en los de moda paraísos fiscales- y lo usan para adquirir carros de alta gama y hasta para cotizar aviones de verdad.

Hasta ahora aparece como artífice del “negociado” Emilio Tapia, ampliamente conocido por su participación en el llamado cartel de la contratación en Bogotá. Es un personaje muy bien conectado con políticos en la capital y en la Costa. La Fiscalía de entonces lo “benefició” con un principio de oportunidad -en el malhadado sistema acusatorio- con penas mínimas en comparación con la defraudación, lo que le permitió en poco tiempo estar en la casa y hasta en rumbas de carnaval.

Eso sí, a pesar de la condena es bien recibido en círculos políticos, y comparte tertulias con el actual Gobernador de Sucre, quien según le dijo a este periódico, “yo voy a todos los cumpleaños donde me inviten”, es la impunidad social y política en todo su esplendor.

Todo haría indicar que la larga mano del contratista se ha extendido al Atlántico y a otras regiones del país.

Han sido mencionados en el escándalo los congresistas Mauricio Gómez Amin, Armando Benedetti, Daira Galvis y Antonio Zabarain, pertenecientes a distintas corrientes políticas.

Como en las épocas del proceso ocho mil, cuando aparecían fotos de los Rodríguez Orejuela -en ocasiones acompañadas con cheques- con distintos políticos, salían a decir que apenas los habían visto de lejos o en reuniones sociales.

Hizo carrera por entonces la frase del pintoresco político Tiberio Villarreal -militante de lo que se conocía en la época como “el grupo del Contralor”- cuando lo capturaron por su cercanía con los Rodríguez Orejuela: “no sabía que existía el delito de ‘conocencía’.”

Se volvió caballito de batalla para todos los candidatos hablar de la “lucha anticorrupción”. Eso es sólo una frase. Ya hay suficientes normas penales.

Ha habido corruptos que se han hecho elegir con la “bandera” del combate a la corrupción.

Este caso del MinTic, describe todo el fenómeno: contrataciones fraudulentas y respaldos políticos al más alto nivel tanto regional como nacional. Ojalá no se use otra vez el principio de oportunidad para obtener impunidad y conseguir respaldos políticos por la vía de la extorsión.

Muchas veces el implicado anuncia “acogerse” a beneficios -lo que implicaría delatar a personajes más altos-, pero en el fondo lo que busca es mandarles el mensaje de que no lo dejen “ahogar”. Y por arte de magia, o de mafia, viene después un manto de olvido e impunidad.

Tan grave como la impunidad judicial es la política y la social.

ALFONSO GÓMEZ MÉNDEZ

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