¿Las ‘lentejas’, buenas para la salud?

Alfonso Gómez Méndez

El anuncio de un sector del Gobierno de utilizar el conocido método de negociar al detal con congresistas para que desconozcan las directivas de sus ‘jefes’ y aprueben a rajatabla la reforma al sistema de salud, otra vez revive el tema del clientelismo, lentejismo, transfuguismo o voltearepismo en que se convirtió la política de un tiempo a esta parte.
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Ahora es más fácil que eso ocurra pues en verdad los parlamentarios –por el sistema de lista abierta– deben su elección a sí mismos –con todo y financiación incluida– y no a unos supuestos partidos que hoy solo sustentan microempresas electorales y administran avales. Eso lo sabe muy bien el presidente Petro y no sería extraño que por esa vía lograra destronar eternas jefaturas fundadas solo en la dictadura de los avales, y hasta consiguiera el sueño del “partido único”. La historia es muy conocida y por estos días ha sido parcialmente recreada.

En esta columna, citando escritos del profesor Benjamín Ardila Duarte, hemos recordado una conocida anécdota propia de nuestra picaresca política: en 1930 el liberalismo por la división conservadora ganó la presidencia, pero no las mayorías en el Congreso. El presidente Olaya logró que unos conservadores a quienes Laureano Gómez bautizó “romanistas” por el senador Román Gómez, o lentejos, le apoyaran en sus proyectos, obviamente por puestos. Dicen que cuando le llevaron el resultado de la “operación” acertó a decir “que traidores tan leales”.

Durante la dictadura de Rojas Pinilla hubo liberales que se plegaron al gobierno. El más ilustre fue el intelectual y político Abelardo Forero Benavides, a quien Lleras Restrepo nunca le perdonó su traición, por haber aceptado la embajada en Argentina. En 1982, López Michelsen fue elegido candidato oficial del Partido Liberal, cuando había partido y, además, era mayoritario en la nación. Un grupo de liberales se alineó con Belisario en contra de López. En 1998, Horacio Serpa, también como candidato oficial del Liberalismo y a pesar de haber ganado en primera vuelta, perdió la Presidencia con Andrés Pastrana. Unos cuantos liberales, en el antiguo teatro De La Comedia, desconocieron la candidatura Serpa, fundaron Cambio Radical bajo el nombre de ‘Alianza para el Cambio’ –Petro no es el primero en utilizar la palabra–, adhirieron a Andrés Pastrana e impidieron el triunfo del candidato liberal. Como justificación alegaban que Serpa cargaba el lastre del proceso ocho mil.

Muchos de esos liberales, ilustres y respetables, con Pastrana fueron ministros, embajadores o altos funcionarios como Néstor Humberto Martínez, Luis Guillermo Giraldo, Luis Fernando Velasco, Armando Estrada, Rafael Pardo, y José Joaquín Vives. A pesar de que aun así el Liberalismo tenía las mayorías, el 20 de julio de ese año el nuevo Gobierno logró “voltear” a varios senadores liberales y fue elegido como presidente del Congreso Fabio Valencia Cossio, quien al posesionarse pronunció la famosa frase que aún queda en el aire: “O cambiamos o nos cambian”.

Cuando Álvaro Uribe, como disidente liberal, derrotó a Serpa. El partido Conservador ‘soltó’ a su candidato Juan Camilo Restrepo –quien hubiese sido un buen presidente– y se ‘volteó’ hacia el uribismo; seis meses después, tenía más del setenta por ciento del Congreso, con los métodos de siempre y por su reconocida popularidad de entonces logró cambiar uno de los pilares de la Constitución del 91–la prohibición de todas las reelecciones– y se hizo reelegir con la astucia del ministro Sabas Pretelt y la debilidad de algunos parlamentarios que cambiaron sus votos por lo que Jorge Eliécer Gaitán llamaba “las cosas de comer”.

Los que intercambiaron su voto no fueron únicamente Yidis y el difunto Teodolindo. Hubo muchos nombres ‘ilustres’ que pasaron de agache. El hoy embajador Navas Talero denunció todas las maniobras urdidas, por ejemplo, para que entre los mismos parlamentarios se negaran sus impedimentos ya que más del setenta por ciento los presentaron por tener parientes o amigos en cargos del Gobierno. El único riesgo que corre el presidente Petro es que si, como sus antecesores, cambia puestos por votos, su actual embajador lo pueda denunciar ante la Corte Suprema de Justicia. Pero aquí no hay nada nuevo.

 

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Alfonso Gómez Méndez

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