75 años del ‘bogotazo’

Alfonso Gómez Méndez

Probablemente, para muchos colombianos menores de cuarenta años, pasó relativamente inadvertida la conmemoración de los 75 años del asesinato de Jorge Eliecer Gaitán, el líder popular de más arraigo entre las masas y cuyo magnicidio dividió en dos la historia del siglo XX. En materia de violencia, el país aún no supera las consecuencias de ese asesinato.
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De origen humilde, hijo de un librero y una maestra, y nacido en un barrio popular de Bogotá, por su oratoria, formación política y compromiso con el pueblo, logró como nadie hasta ahora una conexión con las clases populares.

Estudiante brillante de la Universidad Nacional, en 1924 se graduó con honores con su tesis aún vigente: “Las ideas socialistas en Colombia”. Con sus ahorros como abogado, viajó a Roma y fue discípulo de Enrico Ferri, uno de los profesores de derecho penal más importantes de la época. Logró mezclar el ejercicio y la enseñanza del derecho penal con la política, y en ella la defensa de las ideas liberales de izquierda democrática.

Muy joven fue elegido Representante a la Cámara y, en 1928, después de seguir en el terreno lo que había pasado con la llamada masacre de las bananeras, por varios días adelantó su famoso debate que lo catapultó. Con un gran despliegue de conocimiento y oratoria, ese debate fue uno de los factores que determinaron el fin de la hegemonía conservadora con Abadía Méndez.

Formó una disidencia liberal y fundó la Unión Nacional de Izquierda Revolucionaria en 1933. Derrotado en unas elecciones volvió al grueso del partido sin renunciar a sus causas populares. Desde entonces vio claramente la necesidad de resolver el problema de la distribución de la tierra.

Durante la llamada República Liberal fue alcalde de Bogotá, ministro de Educación y de Trabajo e Higiene. En esos cargos dejó la huella de su pensamiento social. Su brillante trayectoria lo perfilaba ya como presidente de la República, y fustigaba por igual a la que llamaba “oligarquía liberal conservadora”. Siempre terminaba sus discursos con la frase, “contra la oligarquía liberal, contra la oligarquía conservadora, por la restauración moral y democrática de la República ¡a la carga!”.

Las directivas oficiales del liberalismo no apoyaron su obvia candidatura para el periodo 1946 - 1950. Curiosamente, tampoco lo apoyó el Partido Comunista. La división entre Gaitán y Gabriel Turbay facilitó el triunfo de Ospina Pérez.

Gaitán se quedó al frente de las masas liberales censurando al gobierno conservador de Ospina por los actos violentos contra el liberalismo. En 1947, en unas elecciones intermedias, el liberalismo oficial en cabeza del expresidente Eduardo Santos fue derrotado por Gaitán, quien se convirtió así en el jefe único y seguro candidato para 1950.

Hay que reconocérsele a Santos, que a diferencia de lo que pasa ahora, no se “enconchó” en la jefatura, sino que aceptó su derrota y le entregó las llaves de la dirección liberal -en la que ahora espantan- a Jorge Eliecer Gaitán. Asumió la defensa de los liberales perseguidos. Su oración por La Paz en la Plaza de Bolívar -donde logró la hazaña de que la gente no gritara sino que agitaran pañuelos blancos- mientras le pedía a Ospina que cesara la violencia contra el pueblo, es una página literaria, una pieza política de antología.

En la madrugada del 9 de abril logró uno de sus triunfos en el foro en el Palacio de Justicia, curiosamente quemado, por primera vez, ese mismo día por la furia que desató su asesinato.

Él había vaticinado que si lo mataban pasarían 50 años antes de que las aguas volvieran a su cauce. 75 años después, el país sigue viviendo en medio de la violencia que ese crimen desató. Lo que resulta cruel es que su nombre lo tome un grupo dedicado al narcotráfico y al paramilitarismo, con el que el gobierno “dialoga”.

Otra hubiera sido la suerte de nuestra nación, si no se hubiera asesinado a Gaitán, desconocido el triunfo de Rojas Pinilla en el setenta como algunos sostienen, ahogada en sangre la Unión Patriótica, asesinado a los magistrados en el Palacio de Justicia, a Galán, Pardo Leal, Bernardo Jaramillo y Pizarro, todos, incluidos Gaitán, antes de cumplir cincuenta años.

Alfonso Gómez Méndez

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