Angela Merkel, un ejemplo formidable

Carmen Inés Cruz Betancourt

Alemania, la mayor potencia europea, un país con 83 millones de habitantes fue dirigido por Angela Merkel, elegida como su Canciller en 2005 y reelegida en forma sucesiva, culmina su mandato en 2021 y fue ella quien no aceptó postularse para un nuevo periodo.
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Merkel de 64 años, hija de un pastor protestante, vivió desde que tenía pocos meses en la República Democrática Alemana (RDA). Estudió física en la Universidad de Leipzig, en 1986 se doctoró en química cuántica y luego trabajó como investigadora en la Academia de Ciencias de la RDA. Su segundo esposo, Joachim Sauer, es profesor universitario de química en Berlín.

En 1990 fue nombrada Ministra de Juventud y Familia y posteriormente del Medio Ambiente y Naturaleza. En 1998 fue elegida Secretaria General de su partido la Unión Demócrata Cristiana (CDU) y en abril de 2000 asumió como presidente del mismo y reelegida hasta el 2004. En 2005 fue elegida como la primera mujer Canciller del Gobierno alemán y desde entonces fue reelegida sucesivamente hasta 2021. De ella destaca su principal biógrafo, Gerd Langguth, “que actuó como una científica pragmática, “independiente de la ideología”, es alguien que sopesa cuidadosamente los pros y los contras, pero no vacila en la decisión”. Al término de su mandato también destacan que “dejó a su país en la cima”, avanzó en su unificación y fortaleció su economía. 

No tuvo investigación alguna en su contra; jamás cayó en la trampa del nepotismo ni buscó privilegios para ella o su familia. Tampoco acudió al espejo retrovisor para culpar a quienes le precedieron de los problemas que encontró. Honesta, austera, serena, dispuesta a escuchar y recibir consejos, sencilla y sin pretensiones de gran protagonista a pesar de que ha sido reconocida por muchos como “la mujer más poderosa del mundo” (El País/España, 21-01-2021). Por supuesto, con tantos años enfrentando problemas complejos de su país, de la Unión Europea y del orden internacional, fue controvertida y recibió críticas, le reconocieron muchos aciertos y algunos desaciertos, pero hoy deja el cargo con gran reconocimiento internacional. 

Su caso constituye un mensaje poderoso, en general para los países y en particular para las mujeres. Genera inmensa admiración y a la vez cierta tristeza porque sabemos que en nuestros países los gobernantes en nada se parecen. Pero, también podríamos entenderlo como un mensaje de esperanza porque lo cierto es que sí es posible gobernar con honestidad, humildad, firmeza y valores, y tener gran éxito, a pesar de la enorme diversidad y complejidad de los desafíos que enfrentan. 

En Colombia, cuando estamos ad portas de varias elecciones, viene muy bien este formidable ejemplo de la vida real. Nuestro reto es asumir la responsabilidad ciudadana de elegir bien; ello implica examinar con atención los planteamientos de los candidatos pero, por sobre todo, examinar con rigor su trayectoria y el equipo que les rodea, elementos que suelen estar a la vista pero que se tiende a ignorar o imaginar que en el camino pueden corregir errores pasados, a pesar de que ello no sucede así. Si elegimos malos gobernantes, es nuestra culpa, porque son nuestros votos los que los llevan al poder.  

¡Qué maravilloso sería este planeta si muchos más países eligieran gobernantes, mujeres y hombres, con atributos como los que caracterizaron a Angela Merkel como gobernante, quien después de 16 años se retira con el 75% de popularidad, y para despedirla Alemania entera “salió a los balcones para aplaudirla espontáneamente durante seis minutos continuos, calurosamente, sin hipocresías”. Así le expresaron admiración y gratitud!

CARMEN INÉS CRUZ

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