El martirio de las “colas” y otras fallas en los servicios de salud

Carmen Inés Cruz Betancourt

En casi cualquier entidad pública se observan largas filas, o “colas” para tramitar algún servicio. Especialmente en las entidades prestadoras de servicios de salud, desde la madrugada se acumulan cientos de personas, en la calle y bajo lluvia o sol, para conseguir que se les atienda. La situación se agrava por la lentitud de la atención que obliga a permanecer dos, cuatro y hasta ocho horas esperando su turno, en general sin recibir una ficha que les permita desplazarse a otro lugar y regresar más tarde cuando se aproxime su turno. Todo ello para recibir un servicio casi siempre deplorable, porque los dependientes parapetados detrás de un vidrio y agobiados por tanta gente, atienden con displicencia y hasta grosería a quienes llegan predispuestos a reaccionar con agresividad.
PUBLICIDAD

En general los dependientes no son los responsables, acaso son víctimas de unos empleadores que para optimizar sus ganancias no garantizan el número de empleados, la tecnología, espacios adecuados, ni de la organización requeridos. Es así como, por ejemplo, se observan casos en que después de haber esperado por varias horas para pedir un medicamento, el funcionario le informará que ese tipo de medicamento no se entrega allí porque es de alto costo, que requiere autorización especial y los entregan en otro lugar. También se dan los casos del dependiente que informa que ese tipo de solicitud solo se tramita por la web porque ahora todo es online, y se lo dicen a personas que no tienen ni idea que es la web ni online, que no cuentan con un computador, internet, wifi ni nada que se le parezca. Igual, le pueden responder que ese asunto se tramita por teléfono, donde se sabe que no responden o que debe marcar 20 y más veces para que le pongan a escuchar música y un largo menú que genera desesperación y poco resuelve.

En las filas se ven personas cuya pobreza es evidente, que inclusive vienen de zonas rurales después de haber madrugado a tomar un transporte, que sin duda les implicó un costo que para ellos resulta muy alto, o adultos muy mayores doblegados por dolores, pero no importa, igual tendrán que volver una y más veces a repetir el ejercicio desde la madrugada. Personas que llegan si acaso con un café y un pan y sin posibilidad de comprar algo más para mitigar el hambre, o personas que afectadas por algún dolor, aparte del piso, no encuentran dónde sentarse porque las filas se hacen en la calle y a la intemperie.

Frente a todo ello surge la pregunta: ¿No es responsabilidad de la Superintendencia de Servicios, la Supersalud, u otra dependencia, supervisar la calidad del servicio que prestan estas entidades que cobran por ellos?, porque nada es gratis. Cuanto sucede es un abuso que clama con urgencia la intervención de las autoridades competentes. Quienes buscan atención para su salud, suelen llegar cargados de angustia y agobiados por dolores, y no es justo que encima se les maltrate como se viene haciendo en muchas de esas entidades.

CARMEN INÉS CRUZ

Comentarios