¿Nos intimida la Inteligencia Artificial?

Carmen Inés Cruz Betancourt

Cuanto más escuchamos sobre los asombrosos alcances de la llamada Inteligencia Artificial (IA), sus múltiples aplicaciones y la velocidad con que avanza, muchos se sienten intimidados, aún teniendo algún manejo en el campo de la computación. 
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Cabe precisar que “la IA se viene desarrollando desde varias décadas atrás y se refiere a un conjunto de tecnologías que permiten que las computadoras realicen una variedad de funciones avanzadas, incluida la capacidad de ver, comprender y traducir lenguaje hablado y escrito, analizar datos, hacer recomendaciones y mucho más. La IA es la columna vertebral de la innovación en la computación moderna…”. (https://cloud.google.com/learn/what-is-artificial-intelligence?hl=es-419).

 En torno a ella existe mucha especulación: de un lado se celebran sus aportes  a la eficiencia y productividad porque permite ejecutar acciones con mayor velocidad, repetitivas y de alto riesgo y así evitar peligros y liberar tiempo aplicable al análisis, a la creatividad, a compartir con otros o al descanso. También señalan que amenaza la privacidad, la seguridad, los derechos de autor y podría reducir oportunidades laborales. Agregan que amenaza la verdad puesto que puede ser utilizada para producir una avalancha de falsas noticias difíciles de controlar que podrían generar o agudizar conflictos en diversos ámbitos.

Tanto inquieta este asunto que ha propiciado cumbres internacionales para tratar de prevenir grandes males que pudieran devenir de allí y acordar reglas para su uso. Hasta el papa Francisco ha hecho pronunciamientos alertando sobre los riesgos de una tecnología tan potente si se aplica haciendo caso omiso de los valores humanos de compasión, misericordia y moralidad. Y es que no se escapa que esa tecnología y sus derivaciones pueden conllevar grandes beneficios y también inmensos daños a la humanidad, dependiendo de quién y para qué la utilicen. 

Destacan el gran aporte que puede dar a la investigación, a las ciencias de la salud, la prevención de riesgos y desastres, la educación, los medios de comunicación y otros campos. Su incidencia sobre la educación constituye un importante desafío que debe asumirse con voluntad y prontitud para que esos avances no contribuyan a deprimir la ya deficiente calidad de la educación que reciben los escolares colombianos ni amplifiquen la brecha entre quienes acceden a educación de buena o mala calidad. 

Aquí cabe citar lo planteado por Armando Montenegro en su columna titulada “Sin Educación” (El Nuevo Dia: 16-12-2023) donde señala: “Ya no sorprende que los resultados de las pruebas PISA muestren, año tras año, que los jóvenes colombianos no son capaces de leer textos simples ni hacer las operaciones matemáticas más elementales. Tampoco llama la atención que, desde hace algún tiempo, las cifras de PISA indiquen que las calificaciones de Colombia vienen cayendo en forma sostenida…”.  

Corresponde al Ministerio de Educación, Secretarías de Educación e instituciones educativas, ofrecer condiciones propicias para que los docentes de todos los niveles puedan asimilar y aplicar lo pertinente de estos desarrollos para evitar que los avasalle, entendiendo que la IA es una realidad irreversible que, bien utilizada, puede ser una gran aliada para conseguir mejores resultados. Similar tarea corresponde al SENA, Cajas de Compensación, gremios económicos, universidades y otras organizaciones, que deberán diseñar estrategias conducentes para que la ciudadanía se prepare para prevenir los riesgos y se  beneficie de los avances de esta tecnología que llegó para quedarse y evoluciona a gran velocidad. Cabe resaltar que optimizar su uso no es suficiente para ofrecer educación de calidad, es imperativo que por sobre todo, se formen seres humanos integrales, con arraigados valores éticos y comprometidos con la construcción de una sociedad mejor. Finalmente, reciban un saludo especial y mis votos porque 2024 nos traiga paz y bienestar.

 

Carmen Inés Cruz

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