Poder y no querer

Quizás como nunca antes, este ha sido un mes redondo en materia de deportes para nuestro país. Hace rato no disfrutábamos de tantas alegrías en variadas disciplinas y no hablo de pequeños triunfos locales que son loables a todas luces, pero suelen ser aplastados por la fuerza mediática de lo que sucede al otro lado del charco, sino que grandes hazañas.

Quizás como nunca antes, este ha sido un mes redondo en materia de deportes para nuestro país. Hace rato no disfrutábamos de tantas alegrías en variadas disciplinas y no hablo de pequeños triunfos locales que son loables a todas luces, pero suelen ser aplastados por la fuerza mediática de lo que sucede al otro lado del charco, sino que grandes hazañas que nos inflan el pecho de orgullo con cada emisión de noticias.  

El salto largo, el ciclismo y, por fin, tras décadas y décadas de fracasos que nos hicieron añorar los tiempos mejores del pasado, el fútbol sacaron la cara por Colombia.

Pero por qué aquí es tan difícil ser deportista, o bueno, no serlo porque deportistas son hasta las señoras que los domingos sacan a pasear a sus perros, pero por qué es tan complejo que el deporte se convierta en una opción de vida válida por la cual la gente pueda optar sin el miedo de tener que pensar de qué van a vivir cuando los músculos y la capacidad pulmonar se vayan con los años. 

Para nadie es un secreto que las grandes glorias, que en los setentas y ochentas comenzaron a forjar el camino de las promesas de hoy, se encuentran hoy pasando apuros económicos porque los ahorros se acabaron o nunca existieron y ni las fotos ni las medallas dan de comer.

Suceden dos eventos. El primero, sobresalir en un deporte parece más una cuestión de fortuna que de política pública. Por ello casi todos los relatos que vemos cuando algún colombiano logra una proeza en el extranjero viene cargada de una historia conmovedora de coraje hecho a pulso se cuenta cómo contra todo pronóstico y sin el apoyo de nadie aquel sujeto venció a su propia suerte. 

Colombia no fabrica campeones porque nunca le ha preocupado hacerlo, tiene una estructura organizacional que funciona a media máquina, y que salvo las principales ligas de ciudades grandes o contadas excepciones de talentos salidos de la nada que encontraron un afortunado sponsor, no tienen oportunidades en competencias de alto nivel.

El segundo, infortunadamente dedicarse con pasión y entrega es visto como un lujo al que no todos pueden entregarse porque tienen una prioridad natural básica que no da espera: Sobrevivir. 

Bajo ese entendido, podríamos tener en nuestras manos a grandes jugadores de, por ejemplo, voleibol, pero nunca podrían explotar sus capacidades porque primero tienen que ir a trabajar para rebuscarse la comida del día siguiente. Así pues, lo que pudo significar la oportunidad divina para salir adelante se convirtió en un hobby que tiene que relegarse a los ratos de ocio porque primero es lo primero.

Nairo, Catherine y Selección, ojalá le sigan demostrando al país que podemos ser los mejores, sólo que no hemos querido.

Obiter dictum: Me niego a creer que en verdad la estrategia del Gobierno para salir a defender a San Andrés y las aguas perdidas con el fallo de La Haya sea un decreto. En serio? Por qué no dejamos de improvisar y rechazamos la decisión de una vez?

Credito
FUAD GONZALO CHACÓN

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