El que viene después

En su más reciente entrevista, a propósito del lanzamiento en inglés de su último trabajo “Novelist as a Vocation”, Haruki Murakami, el prolífico autor japonés que desde hace una década cursa el doctorado en paciencia impartido por la Academia Sueca, dejó, seguramente sin intención de ello, la mejor de sus reflexiones para la última pregunta. Una que, curiosamente, nada tenía que ver con el libro que estaba promocionando: ¿qué es lo siguiente que planea leer? A lo que Murakami, tan impasible como sus panorámicas en tinta del Tokio melancólico, simplemente respondió que cuando termine con el libro que está ahora se tomará un tiempo para pensar en el próximo, pues le “gustaría aferrarse a esa anticipación, al placer de elegir lo que viene después”.

Ese jaleo con las segundas partes

Al llegar a la última página de la novela “Less” de Andrew Sean Greer cualquier lector experimentará la misma dicotomía a la que se enfrentó la crítica especializada a finales de 2018, cuando ésta fue inmortalizada con el Premio Pulitzer: considerarla una obra atrevidamente moderna que consigue indagar, con tintes grises de melancolía, en las inseguridades masculinas y las desilusiones profesionales de un escritor homosexual que aterriza en la cincuentena pretendiendo huir de sus problemas amorosos dándole la vuelta al mundo

Mi primer mundial

Aunque mi padre siempre ha defendido, ostentando la certeza infalible de los testigos presenciales, que en 1994 él personalmente nos sentó frente al televisor con mi hermana para presenciar la bochornosa participación de Colombia en el Mundial de Estados Unidos, mis recuerdos de aquel certamen son prácticamente nulos y se reducen poco más que a una calcomanía gigante del perro Striker que algún vecino de Bucaramanga consideró el adorno ideal para su ventana, dejándola decolorar allí durante décadas para que toda la ciudad la apreciara cada vez que tomáramos la pendiente de la Calle 56 rumbo al barrio de Cabecera. Por ello, y en lo que a mi corazón futbolero respecta, Francia 98 será eternamente mi primer mundial, el que me hizo enamorar de esta competición.

Elegía al segundón

Han pasado más de 20 años, pero aún lo recuerdo muy bien. Mi madre todavía dormía tras aterrizar en el vuelo vespertino desde Bogotá y yo madrugaba para esculcar los regalos viajeros que siempre llegaban a casa cubiertos por una fina película de frío que, para mí, incluso ahora, envuelve todo lo que viene de la capital.

La orfandad de sus voces

Sumergidos como estamos en una guerra que, aunque la plasticidad cosmética del tiempo no nos lo haga sentir así, ya entra en su noveno mes de gestación, sigue quedando en el aire una pregunta que la prensa cultural se formuló a finales de febrero, cuando los primeros tanques rusos avanzaban hacia Kiev, y que, sorpresivamente, todavía no recibe una respuesta del todo satisfactoria: ¿Y dónde está la literatura ucraniana?.

Autopsia de una fusión

“John Steinbeck dijo, ‘supongo que nunca hay suficientes libros’” es la frase de apertura elegida por Florence Pan, jueza de la Corte Distrital de Columbia, para la recién publicada sentencia del caso United States v. Bertelsmann. Este es, posiblemente, el fallo más importante en materia cultural de los últimos años, ya que echó por tierra la fusión entre Penguin Random House (PRH) y Simon & Schuster (S&S), dos de los cinco gigantes de papel de Norteamérica. Para la Jueza Pan el caso no iba sobre la fusión inocente entre dos empresas que imprimen libros, sino sobre las editoriales como maquinarias de enorme poder capaces de influir directamente en la vida intelectual de una nación al decidir qué ideas salen al mercado y, en últimas, qué contenidos son leídos por la gente.

Algo está haciendo bien Samanta

Cualquiera que se dé un rápido paseo por la página de Wikipedia del prestigioso Man Booker International, el galardón literario más importante tras el Nobel y el Pulitzer, notará la sorpresiva frecuencia con la que aparece el nombre de la argentina Samanta Schweblin en el listado de candidatos. Tres para ser exacto, una hazaña que únicamente ha conseguido ser emulada, y apenas recientemente, por la consagrada Olga Tokarczuk (Premio Nobel 2018), quien tras ser finalista en la edición 2022 por “The Books of Jacob”, ya acumulaba nominaciones en 2019 por “Sobre los Huesos de los Muertos” y en 2018 por “Los Errantes”, novela con la que finalmente se alzaría como ganadora en aquel año.

Irónica paradoja tecnológica

Es un hecho inobjetable que Corea del Sur está de moda. “Parásitos” hizo historia al convertirse en el primer largometraje no rodado en inglés que gana el Óscar a Mejor Película; el macabro “Juego del Calamar” fue el tema de conversación de gran parte del planeta durante meses; las bandas de música K-Pop siguen posicionándose progresivamente en las listas del planeta como herederos del legado inmortal de Psy y su “Gangnam Style”; y, en materia literaria, Byung-Chul Han, nuestro filósofo moderno favorito, continúa dando de qué hablar. Esta vez con una dolorosamente precisa disección de nuestra democracia en su más reciente lanzamiento “Infocracia”.

La cuarta dimensión

Conforme van pasando los años voy acentuando mis indemostrables convicciones de que uno de los rasgos más significativos de la literatura es la capacidad de abstracción que emana de ella. Ésta funciona a manera de vórtice gravitacional, su origen puede localizarse en el epicentro mismo de la vorágine de letras dispuestas por el autor y gana momentum conforme éstas van arremolinándose, cada vez a mayor velocidad, en la mente del lector.

Guardianas silenciosas

Con ocasión de la más reciente sesión de un club de lectura especializado en novelas sobre la ciudad de Nueva York, me vi en la necesidad de rastrear por toda la ciudad algún ejemplar superviviente de “Ragtime”, un libro escrito por E. L. Doctorow que seguramente a casi nadie le suena en Colombia, pero que en Estados Unidos es toda una institución, uno de esos clásicos instantáneos que solo se escribe cada tantas décadas. Como en su momento lo haría Fernando Soto Aparicio con “La Rebelión de las Ratas”, Doctorow consigue atrapar el espíritu de la clase media trabajadora, ya no del Timbalí boyacense sino de una gigantesca metrópolis en frenética construcción bajo la sombra del racismo institucional de principios del Siglo XX.