Disrupción literaria en acción

Hace ya casi una década, durante un viaje mochilero por la Costa Este de los Estados Unidos, tuve la osadía de colarme sin invitación en el despacho del profesor Duncan Kennedy en la Universidad de Harvard, una de las cabezas más visibles de los aclamados Critical Legal Studies. Esta revolucionaria escuela de pensamiento jurídico que surgió en las facultades norteamericanas hacia los años 70 sacudió los cimientos de la filosofía del derecho, hasta entonces de una estricta rigidez interpretativa y una clara influencia europea, propugnando una visión mucho más realista y menos romántica sobre la idealizada imparcialidad de la justicia. Una polémica propuesta ideológica que se resumía en que, esencialmente, daba igual lo que estuviera escrito en la Ley, pues en últimas los jueces terminarían fallando guiados por lo que hubiesen comido en el desayuno.

¿Alguien quiere pensar en Mahfuz?

Casi cuatro décadas antes de que en 2021 el profesor Abdulrazak Gurnah ganara el Nobel de Literatura, y le recordara así al mundo que en África también podían gestarse grandes historias dignas de la inmortalidad universal, un pionero descendiente de faraones se alzaba con aquel mismo galardón en los cuarteles generales de la Academia Sueca en Estocolmo, consolidando a las, por entonces exóticas, letras emergentes del Sáhara. Toda una revolución cultural que abriría la senda para las voces que vendrían después, incluyendo la del propio Gurnah. Ese hombre fue Naguib Mahfuz y hoy, tristemente, su legado se nos va entre los dedos, como las arenas de su Cairo natal.

El despertar del Juez Hércules

En su revolucionario libro de 1986, “El Imperio de la Ley”, Ronald Dworkin, el inmortal profesor de derecho de la Universidad de Nueva York, presentó ante el mundo a su memorable Juez Hércules, un idealizado personaje ficticio creado como estándar aspiracional de la judicatura norteamericana.

Yincana macondiana

Debí comprarla el día que la vi por primera vez. Lo sé, 15 años después todavía me atormenta el fantasma de la oportunidad perdida. Estaba en lo más alto de la estantería, camuflada entre las sombras del olvido, en el sótano de aquella librería junto a los juzgados. Precintada e incólume desde inicios del milenio, la obra periodística completa de García Márquez, en la elegantísima edición blanco con verde y estuche de lujo de Mondadori, me hacía ojitos desde lo alto de su torre pidiéndome trepar para rescatarla. Un amor imposible, pues nos separaba el insondable abismo de mi precaria economía de estudiante provinciano. Volví muchas veces solo para admirarla, hasta que un día ya no estaba allí y entendí que el hueco que su ausencia dejó en la pared sería la tumba donde enterraría mis ilusiones.

La nueva ola

En los últimos días está circulando con frenetismo por el ciberespacio un gráfico con el mapa del trabajo soñado de cada país según el volumen de búsquedas de éstos en Google, esto de acuerdo con un estudio empírico realizado por una empresa británica de giros de dinero. Aunque la verdadera noticia no es que mientras en Sudán, Chad o Mauritania todos quieren ser empresarios y en Níger, Costa de Marfil o la República Democrática del Congo la mayoría se decante por la abogacía, la posición número uno en Colombia la ocupe el oficio de influencer (un inquietante resultado que merece un análisis autónomo sobre nuestras aspiraciones como sociedad), sino la profesión que se ubica en el segundo lugar del ranking global: escritor.

La era de lo efímero

Mientras usted lee estas palabras, muy lejos, a 13.000 kilómetros de donde posan la vista sus ojos, en medio del árido desierto de Catar, avanza lentamente el desmonte paulatino del icónico Estadio 974.

Bitácora de un hit

La locura colectiva de aquel día ya se venía fraguando desde bien temprano. Solo con encender la televisión en el noticiero matutino de Antena 3, y a tan solo unos pocos minutos de comenzar a preparar el desayuno, era posible intuir el efecto rompedor de las olas colosales de aquel tsunami musical que asaltaba las costas españolas por sorpresa entrada la madrugada. En un país con una frenética actualidad altamente cambiante y múltiples frentes de discusión constantemente abiertos como lo es España, que la nueva Sesión Vol. 53 de Shakira con Bizarrap constituyera un hecho de tal notoriedad como para abrir los titulares de todos los telediarios, cuando ni siquiera el sol se había levantado en Madrid, era una hazaña, cuanto menos, digna de ser reseñada.

Una enigmática dedicatoria

Sabía que era mi día de suerte y no podía desaprovechar aquella oportunidad. Tras meses rastreando una copia cualquiera de “La Vegetariana” de Han Kang, había dado con una a precio de ganga en una aplicación de segunda mano. Y es que, paradójicamente, tras sorprender al planeta entero arrebatándole el Premio Man Booker Internacional en la final de 2016 a ganadores del Premio Nobel como Orhan Pamuk (2006) o Kenzaburo Oé (1994) y autores consagrados a nivel mundial como Elena Ferrante o Yan Lianke, este inquietante texto en que la, hasta entonces desconocida, autora surcoreana nos relata el descenso a los infiernos de una mujer que un día decide dejar de comer carne, es imposible de conseguir. No titubeé ni un segundo en comprarlo.

Un buen momento para preocuparse

El otro día, durante alguna de aquellas instancias de procrastinación que me suelen asaltar con nocturnidad y alevosía, decidí experimentar de primera mano con el cada vez más popular software de inteligencia artificial “Dall-E”. El resultado me dejó tan maravillado como aterrorizado, entre la estupefacción de un desarrollo tecnológico que nos va a cambiar la vida y el horror de sentir que, con total seguridad, no estamos listos para su inminente llegada.

BALANCE FINAL

En lo corrido de 2022 he tenido la buena fortuna de poder leer 46 libros. Una cifra que por casi logra doblar mi mejor registro hasta la fecha, el de aquel prolífico año 2016 donde, gracias a la complicidad de varias madrugadas, alcancé a bordear los 27.