Trump y el anti Watergate

Columnista Invitado

La prensa ha sido uno de los sectores más traumatizados por el triunfo de Donald Trump. Tras descartarlo de antemano y embanderarse sin tapujos por Hillary Clinton, está sumida en un proceso postraumático. Pasó del sorpresivo golpe inicial al mea culpa y de la autocrítica a tener que asumir la realidad.

Sin mucho tiempo para una profunda introspección, la prensa tradicional y digital, del Washington Post al New York Times o de BuzzFeed a The Daily Beast, está ahora concentrada en la transición y en el después del 20 de enero, a sabiendas que enfrente tiene a un líder impulsivo, crítico y vengativo, rasgos que parecen sacados del manual del populista latinoamericano, y a los que no está acostumbrada.

La prensa, venerada por casos como Watergate, ahora debe afrontar su fracaso. Relegó su papel reporteril a ser caja de resonancia de la opinión general, dejándose arrastrar por comentarios y sentimientos, de la misma forma que Wall Street sube y baja según las especulaciones y apariencias. No haber reportado sobre “la otra mitad del país” devino en un antiWatergate que recordarán generaciones. Un editor del NYT lo expresó sin rodeos: “Tenemos que hacer un mejor trabajo, especialmente en el campo, porque somos una organización de New York, que no es el mundo real”.

El peligro para una prensa no acostumbrada a lidiar con este tipo de líderes, es que si no respalda sus opiniones con investigaciones concretas, puede terminar sobreactuando y dejándose arrastrar a guerras de opinión, obligando a la gente a tomar partido por los medios o por el líder. Los casos Hugo Chávez, Rafael Correa y Cristina Kirchner sirven de ejemplo.

La prensa deberá sortear pruebas a diario. Esta semana, después de unos días de tranquilidad, Trump volvió a ser Trump. Cargó contra el NYT por Twitter, su arma preferida, rechazando las críticas a su equipo de transición.

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