Hacia adelante, Presidente; no hacia atrás

Columnista Invitado

Leía hace unos días una columna de Luis Carlos Vélez, a quien respeto como periodista. La tituló: ‘En Colombia estamos mejor que nunca, pero no nos damos cuenta’. Hizo un interesante balance del avance de nuestro país en diversos puntos, comparado con 20 o 30 años atrás, y terminó con un llamado al optimismo en este 2020.

Concuerdo en todo con Luis Carlos, menos en el título de su escrito. No es que yo sea pesimista, por el contrario soy muy optimista. Sin embargo ese optimismo no debe ser una venda sobre los ojos que oculta la realidad que amenaza con atropellarnos. Tampoco es una hoja en blanco para que los gobernantes, en este caso el presidente Iván Duque, escriban sobre ella lo que quieran, sin importar la impecabilidad de su letra.

No, yo no creo que estemos mejor que nunca, pero sí estoy convencido de que Duque está a tiempo de dar un drástico giro en su mandato y enderezar lo que está mal. Hay tres puntos delicados en los que el Gobierno va en franco retroceso. ¿Con o sin intención? No soy quién para juzgar, eso lo hará la historia. Lo que no puedo evitar es que un optimismo desmedido me impida pensar en el rearme de grupos paramilitares, patrocinado por el silencio cómplice de sectores de la población, como si este fuera el camino para frenar la delincuencia, las guerrillas y las disidencias de las Farc. Prueba de esto fue el asesinato de Nathalia Jiménez y Rodrigo Monsalve, cerca de la Sierra Nevada de Santa Marta, a finales de 2019.

Posteriormente se supo que grupos paramilitares, al mando de herederos del extraditado jefe Hernán Giraldo, no han parado de delinquir en esta zona. En segundo lugar está la preocupante posibilidad de que se esté dando vía libre a que se repitan escandalosos casos de falsos positivos. Aunque la salida del general Nicacio Martínez de la comandancia del Ejército es una decisión acertada del Presidente, pero falta más contundencia para tranquilizar a importantes sectores de la población.

En último lugar, pero no menos trascendente, encontramos que parecen volver, y con fuerza, oscuros episodios de espionaje y chuzadas a magistrados, políticos y periodistas. Pareciera que oponerse al Gobierno es un pecado que se paga con la privacidad. Todos estos son hechos que enlodan el nombre de instituciones del Estado que dependen de las directrices claras que imparte el Presidente, pero que hoy por hoy, sin mayorías claras y con una oposición bastante fuerte, incluso hasta en el interior de su propio partido, el Centro Democrático, lo enfrentan a graves dificultades de gobernabilidad. Duque, por quien yo voté, era a claras luces un inexperto para gobernar, pero algunos esperábamos mucho más de su juventud, su paso por entidades internacionales y que se rodeara mucho mejor.

Ha transcurrido casi año y medio de su mandato y no logra conectarse con la ciudadanía, excepto con aquellos que se identifican con el ala más radical de la derecha, pero Duque debe tener claro que gobierna para todos los colombianos y no solo para un sector, menos para tener contentos a los más uribistas, de quienes debería desmarcarse si no quiere que el país regrese definitivamente a los tres fenómenos que enumeré y que caracterizaron los gobiernos de Álvaro Uribe Vélez. Esto debe ser por el bien de todos los colombianos.

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