“Vientres de alquiler”

Columnista Invitado

Al inicio del año, se radicó en el Congreso de la República un proyecto de ley que pretende reglamentar la maternidad subrogada, más conocida como “alquiler de vientre”, con el fin de controlar la práctica y asegurar que sus intenciones sean altruistas y no mercantiles. Se entiende por “maternidad subrogada” la “contratación de una mujer que se compromete a gestar un bebé con la obligación de entregarlo a los solicitantes cuando nazca. Estos últimos se comprometen a criarlo y la mujer gestante debe renunciar a la filiación”. En la mayoría de los casos los contratantes se encargan de los gastos médicos y de manutención ( techo/comida, ropa, salud y bienestar) de la gestante mientras está “incubando” el producto encargado, así como de los gastos de parto y post parto. Hay un contrato firmado que impide cualquier marcha atrás,  ni la gestante contratada puede arrepentirse de su “generosidad” ni los “padres de intención” pueden renunciar al bebé encargado. Nada puede cambiar; ni si la gestante se encariña con el bebé que porta, ni si el “encargo” sale defectuoso y no conforme a las expectativas de los solicitantes. En los países donde la práctica es autorizada ha habido complicaciones dignas de las más sosas telenovelas, de ahí la necesidad de regular esta práctica.
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Esta práctica sigue prohibida en varios países del mundo y es estrictamente reglamentada en los países que la autorizan. En algunos casos, la madre de intención debe presentar incapacidad médica para gestar y llevar a cabo un embarazo. También se procura que la madre subrogada sea puramente gestacional y no aporte sus propios óvulos para así no poder reclamar la maternidad del bebé. La mujer gestante es limitada a la función incubadora de su útero.

Son muchos los motivos de prevención y críticas frente a los riesgos éticos y de abusos. El principal se refiere a la forma como se instrumentaliza el cuerpo de las mujeres reducidas a su útero y su capacidad gestora. No está clara la frontera entre presunto altruismo y negocio rentable. Cuando una “máquina de reproducción contratada”, incuba y entrega un bebé como una mercancía encargada y prepagada. Así, no está clara la frontera entre presunto altruismo y negocio rentable con explotación humana. Entre solidaridad y explotación, las mujeres más pobres arriesgan terminar siendo las incubadoras de turno.

*Psicóloga Clínica - Socia Fundación Mujer y Futuro

Christiane Lelièvre

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