La deuda mexicana

Columnista Invitado

Todos los hacendistas colombianos saben que nuestro fisco comenzó su vida institucional con la carga de la deuda inglesa, que tomó un siglo pagarla.
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Pero todos olvidan la deuda mexicana, que comenzó con el préstamo de 63.000 libras que Vicente Rocafuerte otorgó a Manuel José Hurtado, para que este pudiera pagar los intereses de la deuda inglesa correspondientes al mes de abril de 1826. Hurtado prometió devolverlos en el plazo de 18 meses, pero el gobierno no pudo pagarlos antes del fin de la primera experiencia colombiana. Pasó mucho tiempo antes de que el gobierno de México intentara cobrar esa deuda a alguno de los tres estados nacionales que nacieron en su lugar.

El momento llegó en 1855, cuando el diplomático mexicano José María Luis Mora llegó a Bogotá para cobrarla, exigiendo el pago adicional de los intereses compuestos del capital. Como las negociaciones no fueron aprobadas por el Congreso, el gobierno de México cedió sus derechos sobre la deuda a una casa comercial, Martínez del Río Hermanos.

Le tocó a la Administración Ospina seguir con la negociación del pago, con dos condiciones: solo pagaría la mitad que le correspondía a la Nueva Granada de una deuda colombiana, pero descontaría los contra créditos. ¿Cuáles? Los gastos de apresto de la escuadra colombiana que estuvo lista en diciembre de 1824 para liberar el castillo de San Juan de Ulúa. Esa escuadra incluía once navíos que fueron concentrados en la bahía de Cartagena, consumiendo raciones y sueldos para sus tripulaciones, soldados y estados mayores. El cálculo, con los intereses, produjo una contrapartida de 231.202 pesos. La conversión de las libras de la deuda mexicana dio una cifra de 315.000 pesos, con lo cual la mitad de la deuda mexicana quedó reducida a 41.898 pesos.

Los hermanos Martínez del Río hicieron un pésimo negocio con estas cuentas del gran capitán granadino. Es posible que recogieran este sombrero del ahogado, pero no tengo prueba alguna. Con estos países del tercer mundo nunca se tiene certidumbre de nada, ni hace siglo y medio ni ahora. ¿Quién los manda a meterse de acreedores de pobres?

Armando Martínez G

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