¡Todos al tablero!

Columnista Invitado

—Qué bueno lo que dijo Paloma en la entrevista de ayer sobre las evaluaciones a los profesores—comentó Osquítar—. ¿Por qué tanto miedo a la evaluación?; ¿acaso los profesores no están seguros de lo que saben?
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—Está claro, Osquítar —contestó el ilustre profesor Gregorio Montebell—, que los profesores saben (y todos deberían saberlo) que para elevar el nivel académico se necesita formación, y esta formación debe ser asumida directamente por el Estado, no que cada uno se forme donde sea para obtener títulos, y listo, sino que efectivamente sea una formación de altísima calidad, garantizada por el propio Estado. El derecho a un cargo, a una posición dentro de la condición de docente, debe estar en correlato con la capacidad formativa; no es que, sencillamente, se ganó el cargo y ya, porque de ahí para adelante la capacidad formativa se puede ir deteriorando. Entonces sí, yo creo que es necesaria la evaluación.

—Pero si los criterios se llaman Pisa o Saber, es lo más injusto que se puede hacer —interrumpió el profesor Bernardino—, porque pueden servir muy bien en Finlandia o Singapur, con muy pocos estudiantes por profesor, infraestructura óptima y recursos. Allá se exige muchísimo, pero se paga muy bien; y allá influye mucho el capital cultural: entornos familiares de alto nivel educativo y diversidad en las aulas; los hijos del rico, del inmigrante vaciado y del obrero, todos en el mismo salón. Pero evaluar a un profesor por las notas de sus estudiantes en estas pruebas es cargarle demasiado la mano al maestro, sin facilidades de formación permanente, sin estímulos para innovadores, productores, escritores ni innovadores. Debería haber un sistema de carrera expedito, que garantizara el reconocimiento de buenos maestros y elevara el nivel para el ingreso. Los exámenes de admisión deberían estar enfocados en el área de desempeño del profesor; debería evaluarse, por ejemplo, el saber disciplinar, y no evaluarlo con preguntas sin pies ni cabeza.

—Ahora que lo menciona —continuó Montebell—, en Finlandia, el país que tiene, supuestamente, los mejores profesores del mundo, la capacidad lingüística es lo principal; quien no muestre un altísimo nivel no puede ser profesor: es fundamental que un profesor sepa hablar y escribir. Y sí, de acuerdo, Osquítar, por qué temer la evaluación, si todo respondiera a un buen nivel del sistema educativo, con la paga que corresponde. Si toca refrendar el pase, con mayor razón, entonces, debe refrendarse la “licencia”, pero no solo de los docentes, sino de médicos, arquitectos, abogados, ingenieros…, de periodistas, que ni hablan ni escriben; que creen que la única coma es la enumerativa. ¡De los congresistas!; que no puedan recibir ni un voto si no saben, cuando menos, leer y escribir.

 

Puno Ardila Amaya

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