La ventana del coronel: Evolución del narcomenudeo

El mercado de estupefacientes en las calles, es la forma efectiva como se monetiza el producto ilícito fabricado y manufacturado por las organizaciones narcotraficantes,

generando directa relación con el crimen local afectando la seguridad ciudadana, con la única pretensión de consolidar y expandir el mercado interno, tal como sucedería con cualquier empresa que desea aumentar sus ganancias a través de su producto.

El concepto de narcomenudeo hace referencia al fenómeno de la venta de estupefacientes en lugares de uso público o privado, sustancia ofrecida por un traficante que mantiene la pretensión de exclusividad, movilidad y precio.

En la primera, no se permitirá apertura de puntos de venta sin autorización de la organización, impidiendo el ingreso de otro expendedor; es en este pensamiento de monopolización, donde se presentan pugnas internas generadoras de homicidios.

La segunda, el “jíbaro” es autorizado para moverse y expender el producto de la organización en puntos ya establecidos a sus zonas delictuales.

Y la tercera, el precio se encuentra estable y estandarizado en todas las “plazas de vicio”, evitando fisuras comerciales entre los intervinientes del proceso, siendo la rendición del producto uno de los detonantes de rivalidad entre los delincuentes, conllevando a circuitos de violencia en concurso de delitos.

La transformación del territorio desplegada por una red de narcomenudeo, se instala en un principio con el auspicio inconsciente del silencio de los buenos, sumado a la explotación macabra de los malos, lo que implica la desnaturalización del entorno social, logrando institucionalizar un nuevo orden urbano, traducido en roles y reglas generando miedos colectivos que les permite desarrollar su actividad criminal promoviendo masivamente el consumo de drogas ilícitas.

Este fenómeno se ha venido acrecentando en Ibagué, mediante el monopolio y surgimiento de grupos delictivos especializados en el tema, ejemplo los Carrasquilla, quienes a través de su accionar, pretenden permear comunidades, autoridades, grupos sociales, juveniles y económicos, tratando de generar ambientes hostiles de impunidad, lo que en ultimas, se convierte en un cáncer social que debe ser encarado y atacado por diferentes flancos, con enfoque solido  mancomunado.

Este fenómeno social y de salud pública, se va abriendo paso mediante la consolidación de territorios absorbiendo pequeños grupos delictuales que a través de acciones de poder los vincula y/o saca del mercado, generando una reestructuración y diversificando la actividad económica que en ocasiones involucra apaciblemente la comunidad, ya sea por consentimiento o constreñimiento, siendo la juventud su más fácil y susceptible objetivo, representada en desprevenidos muchachos de colegio, tribus urbanas, grupos juveniles, barras bravas, etc.

Realizar un inventario y atacar contundentemente los expendios locales, ha sido nuestra principal política, donde se han desplegado procesos de recolección de información y posterior intervención judicial; no obstante, a través de la juiciosa, acertada y valiosa colaboración que hasta el momento nos ha brindado la comunidad, podremos activar una estrategia que permita identificar no solo los puntos de venta de estupefacientes, si no aquellos autores directos del proceso criminal, bloqueando sus intereses económicos y delictuales en la capital tolimense.

Credito
Coronel Fernando Murillo Orrego. Comandante de la Metib

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