Condenados parientes

Darío Ortiz

Al mejor estilo del renacimiento italiano cuando papas, duques y príncipes conseguían el poder en medio de los crímenes cometidos por sus hermanos, padres y parientes, en nuestra república tropical se ha vuelto cada vez más común que la dirigencia política tenga parientes cercanos condenados o sindicados de pertenecer al mundo del crimen organizado. Una “tragedia familiar” que ellos siempre intentan ocultar o minimizar y que cuando los periodistas la ventilan es considerada hasta por el señor Presidente un acto de “vileza y difamación” o si el pronunciamiento es de las cortes es pura “persecución política”.
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Similar cinismo de la nobleza italiana de hace quinientos años permitió a Maquiavelo escribir su tratado de política en el cual justificaba la inmoralidad e ilegalidad de los príncipes en la búsqueda del poder, la supervivencia y la gloria. Cuando el fin justifica los medios la verdad o la justicia son simples decorados de la fiesta.

Así que muy a la italiana, que nuestra vicepresidenta tenga socios o hermanos mafiosos, no es menos malo que hayamos tenido un director de la policía con hermano narco o un senador primo de Pablo Escobar; al fin de cuentas son muchos los hermanos, papás, primos, de políticos electos o en altos cargos que han sido narcotraficantes, paramilitares o asesinos. Haciendo una lista breve de las manzanas podridas de las familias de nuestros gobernantes podríamos mencionar los primos mafiosos del expresidente Pastrana, como el que perteneciendo al cuerpo diplomático fue detenido por lavarle dinero a narcotraficantes, o ni qué decir de la cuñada y sobrina del expresidente Uribe detenidas por ser parte de la estructura del tristemente célebre Chapo Guzmán y su cartel de Sinaloa; por no hablar de las vinculaciones de su primo Mario Uribe o su hermano Santiago con el paramilitarismo, o de la amistad del harlista de la mafia que entraba al palacio de Nariño por su hermano Camilo Uribe, o las sociedad de su padre con los Ochoa entre un largo etcétera.

Al parecer, todos ellos son las inocentes manzanas buenas, incólumes, impolutas, en medio de cestos llenos de las manzanas podridas de sus condenados parientes. Pero en nuestro país no existen los delitos de sangre dicen desde el gobierno. Lo que demuestra desconocimiento del derecho pues no es cierto, los delitos de sangre sí existen y son muchos, porque implican lesiones graves o la muerte, lo que no existe en nuestro código penal son los delitos por consanguinidad. Nadie tiene porque responder por crímenes cometidos por otros. Así que puede considerarse inmoral o antiético que pretendan esconder siempre las fechorías de los parientes o que se hagan los que no los conocen en medio de la demagogia que practican, pero es claro que no son culpables de esos actos.

Lo que muestra una vez más la situación de la inocente vicepresidenta, cuyos trinos han pedido la muerte comercial para familiares de corruptos y la prohibición de la elección de parientes de condenados, entre otras lecciones de hipocresía y doble moral, es el grado de podredumbre de buena parte de nuestra clase dirigente. Pero el que tengamos una dirigencia rodeada de criminales no se soluciona con lágrimas de cocodrilo, ni denigrando de periodistas o jueces, ni ventilando el pasado de exguerrilleros para ver quién ha sido el menos malo. Se soluciona es eligiendo mejor a nuestros servidores públicos, porque no tenemos porqué seguir aguantando que esos escasos puestos de poder estén salpicados de hampa.

DARÍO ORTIZ

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