La urgencia nacional

El tema que se ha convertido en un permanente dolor de cabeza para el país en los actuales momentos es el de la infraestructura: descuidada por años, ejecutada a pasos de tortuga y pensada para un escenario sin ninguna clase de proyecciones.

Cuando se habla de obras viales, se tarda años y décadas para comenzar una ejecución y siempre se hace pensando en proyectos baratos que brindan soluciones muy a medias, lo que ha hecho que lo poco que tenemos sea de una vulnerabilidad muy alta. Le tenemos miedo a los puentes, pánico a los túneles y 'culillo' a las especificaciones de especial tamaño.

Ahí tenemos el caso de los inviernos que nos han visitado en los últimos tiempos, que han puesto patas arriba nuestro sistema vial, pues las obras se han ejecutado con economías excesivas que no resisten las lluvias, que no establecen blindajes para las fallas geológicas y que no ofrecen dimensiones que realmente atiendan las necesidades de la demanda.

El problema se ha convertido en una urgencia nacional, pues estamos en la era de los tratados de libre comercio y de la internacionalización de la economía y de los requerimientos por incrementar los niveles de producción, pero el sistema operativo de transporte se encuentra con las más graves amenazas y con la cifra desconcertante de que la ejecución del presupuesto de las obras apenas llega al 32 por ciento al mes de septiembre.

Necesitamos un plan de choque con suma urgencia; que se llame a la ingeniería internacional a cooperar en la ejecución de los proyectos importantes; que se purgue al país de una vez por todas de los contratistas inescrupulosos y criminales que ven en el bolsillo del Estado la oportunidad para el saqueo.

Si no es con voluntad política y con mentalidad abierta y de proyección futurista, las pretensiones de progresar, de avanzar y de alcanzar objetivos grandes seguirán aplazadas indefinidamente, mientras observamos a los demás países anotar los goles en el partido del enfrentamiento de los mercados.

El país tiene que superar el complejo de la presencia de un aguacero que paraliza y deja fuera de base a la economía; tenemos que prepararnos para escenarios de gran magnitud y eso no se hace con la mentalidad menesterosa e insignificante que nos ha asistido.

El escenario global que estamos experimentando exige desafíos envueltos en compromisos irrenunciables para hacer las cosas que se requieren, y para hacerlas bien, de acuerdo con las circunstancias, de acuerdo con la competencia y de acuerdo con la lógica de las cosas. La concepción de parroquia tiene que desaparecer, para poder cumplir a los ciudadanos y al mundo, con lo que espera de nuestro potencial.

Credito
EDUARDO DURÁN GÓMEZ

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