Entre el predial y la valorización

La protesta que por estos días hiciera el famoso empresario Arturo Calle sobre las desbordadas alzas del impuesto predial y de la tasa de valorización hizo que afloraran las quejas en muchas ciudades colombianas, en donde se han evidenciado alzas de más del 100 por ciento para el primer caso, y cobros desmedidos y sin fundamentos claros para el segundo.

Estos dos conceptos no se pueden manejar de manera caprichosa y arbitraria; deben obedecer a una lógica que refleje de manera muy clara el sentido de proyección de los mismos.

En el caso del predial, no es justo que los municipios decidan decretar alzas desmesuradas, cuando no se explica a la ciudadanía qué es lo que está pasando. Sabemos que en algunos casos la actualización del valor no se ha hecho adecuadamente, de acuerdo con el desarrollo que ha tenido el predio, pero decretar alzas generales con incrementos más allá de la inflación es colocar a los ciudadanos en verdaderos apuros frente a imposiciones arbitrarias, desconsideradas y perversas, que harán no sólo elevar la protesta, sino maldecir de quienes actúan en forma desconsiderada y oprobiosa.

Fuera de eso ocurre que en la mayoría de los casos, las administraciones no son propiamente el ejemplo de la eficiencia que digamos, y muy a propósito representan es el mal gobierno frente a lo que los ciudadanos esperan recibir como retribución a lo que cumplidamente pagan en impuestos. Esto traducido en ineficiencia de servicios, en no ejecución de obras fundamentales y en despilfarro al amparo de la politiquería y en clientelismo.

¿Con qué cara se le dice al ciudadano común que tiene que multiplicar sus contribuciones al erario, cuando muy poco o nada recibe a cambio?  

Y en cuanto al cobro por valorización, se ha vuelto costumbre que en muchos casos se determinan amplias coberturas sobre las obras a ejecutar, sin que exista una idea clara sobre la forma como directamente se va a ver afectado el valor de los inmuebles por la construcción de las obras, constituyéndose en un ejemplo claro de arbitrariedad y de desconsideración con los propietarios, que no perciben beneficios directos traducidos en el valor de sus inmuebles.

Las cargas tributarias no se pueden convertir en instrumentos de atropello e injusticias. Tuvo que salir a la calle un poderoso empresario a amenazar que le tocaba vender sus locales por la incapacidad de atender los tributos, para que se evidenciaran los excesos que se vienen cometiendo.

Credito
EDUARDO DURÁN GÓMEZ

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