La protesta ciudadana

Los recientes acontecimientos de Brasil, en donde centenares de miles de personas salieron a protestar enérgicamente a las calles de las principales ciudades, es el reflejo de lo que está pasando en varios países Latinoamericanos como Venezuela, Bolivia, México, Chile y Nicaragua.

Los recientes acontecimientos de Brasil, en donde centenares de miles de personas salieron a protestar enérgicamente a las calles de las principales ciudades, es el reflejo de lo que está pasando en varios países Latinoamericanos como Venezuela, Bolivia, México, Chile y Nicaragua. 

Las razones de la protesta son casi las mismas: corrupción, inseguridad, deficiente atención en salud y educación, desabastecimiento de productos de primera necesidad, o desmejoramiento del poder adquisitivo de la respectiva moneda. 

Son inconformismos represados que van avanzando lentamente a través de subfondos y que emergen ante la desatención sistemática de los organismos gubernamentales. Podríamos decir que son expresiones democráticas, manifestaciones válidas ante el derecho que le asiste a todo ciudadano a ejercer una veeduría sobre lo público y de manifestar lo que piensa sobre la forma en que sus representantes actúan frente a las responsabilidades que les fueron confiadas. 

También constituye el grito desesperado de una angustia frente al paso del tiempo, que no señala instrumentos de mejoramiento y que ahonda situaciones de crisis que oprimen, que limitan, que atropellan, que causan dolor y abren heridas lacerantes. 

Todo este panorama es una lección para el resto de países del área, en donde se dejan crecer los problemas y no aparecen las soluciones; en donde los tributos crecen y las alternativas de satisfacción no llegan; en donde las frustraciones se incuban y las salidas que podrían aliviar no aparecen.

Concurren dos factores de culpabilidad: la falta de liderazgo de la clase dirigente y la ausencia de compromiso frente a los asuntos vitales para los ciudadanos. 

Los gobernados quieren ver no solo a un Presidente actuante y comprometido, sino a todo su equipo con el mismo nivel de trabajo y con toda la capacidad de respuesta necesaria para atender el desenvolvimiento de los hechos y el rigor de los requerimientos. 

Cuando afloran interferencias viciosas, actitudes despreocupadas y desidias implícitas, todo comienza a fallar, y ese sentimiento de reproche ciudadano inicia su fase de incubación, que tras recibir impulsos constantes, termina produciendo explosiones como las registradas en Brasil, en donde la Presidenta Rousseff ha quedado contra las cuerdas. 

Credito
EDUARDO DURÁN GÓMEZ

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