La muerte en las vías

Eduardo Durán

Que en Colombia esté registrando 7.270 muertos al año en accidentes viales, cifra con tendencia al alza, debe preocupar mucho, pues no es otra cosa que el caos en que se encuentran no solo las principales calles en las ciudades, sino las distintas carreteras del país.
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La cifra mayor la llevan los motociclistas, a quienes corresponde un total de 4.312, seguida de los peatones, con 1.566, según reporta la Agencia Nacional de Seguridad Vial.

Lo que cualquier observador puede advertir, es que en este país se requiere con urgencia del establecimiento de un orden que permita un revolcón en materia de seguridad vial, pues la característica general está reflejada en las calles en pésimo estado de conservación, en una carencia absoluta de señalización, una semaforización con fallas protuberantes, una autoridad que no actúa y que en muchos casos solo obedece a estímulos de corrupción, y una carencia de educación ciudadana, para hacer que conductores y peatones observen normas mínimas de comportamiento a la hora de conducir un vehículo y de abordar una calle.

Todo esto funciona con estrategia y recursos; y también con decisiones de carácter que permitan establecer un orden. Las ciudades han experimentado métodos de operación entre oficinas dependientes del gobierno, o por delegación a la Policía, pero ninguna de las dos modalidades ha funcionado, pues no se ha ido al meollo del asunto, es decir, la identificación de las causas y la estrategia para abordarlas y superarlas.

Mientras sigamos experimentando las protuberantes fallas arriba anotadas no hay nada qué hacer, además en cuanto a los motociclistas, pareciera que las condiciones para obtener una licencia son mínimas, pues su comportamiento en las calles refleja irresponsabilidad, desconocimiento de normas y altas dosis de agresividad.

Pero además preocupa el alto volumen con que con que crecen las motos, 113.3 % han incrementado las ventas frente a 2020; en las calles parecen enjambres que no solo copan todos los espacios, sino que se mueven en medio de maniobras acrobáticas que dejan a cualquiera aterrado, desde luego con las consiguientes consecuencias en la accidentalidad, y en heridos y muertos.

Se han demorado en advertir a los turistas que visitan Colombia, que deben tener cuidado, pues pueden ser fácilmente atropellados en las calles y correr altos riesgos de perder su vida.

Tal vez estos sean los argumentos por los cuales los organismos internacionales no llaman ahora accidentes viales, a este tipo de eventos, sino “siniestros” pues esto significa que pudo ser predecible, prevenible y evitable.

Hay que hacer algo, la gente se nos está muriendo en las calles y eso nos debe aterrar a todos, pero sobre todo a las autoridades que no hacen mayor cosa frente a la dramática evidencia de las cifras.

 

EDUARDO DURÁN GÓMEZ

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