El Papa de la perestroika

Eduardo Durán

Por estos días, cuando se cumplen diez años del pontificado de Francisco, así no más, exigió que lo llamaran, podemos estar en capacidad de apreciar a un hombre de una enorme preparación y experiencia, que ha sabido aprovechar el tiempo para tocar las estructuras tradicionales de la Iglesia, y trabajar intensamente sobre la transformación de viejos esquemas, que fijados ya hace muchos siglos, reclaman constantes cambios, los cuales han sido negados reiteradamente.
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Desde el mismo instante en que fue anunciado su nombre como nuevo Pontífice, rehusó a usar la silla que se había utilizado tradicionalmente como pomposo trono papal y pidió que le dejaran sus zapatos viejos; también se abstuvo de utilizar el aposento pontificio y pidió que su lecho estuviera en la residencia de Santa Marta, en donde se hospedan visitantes del Vaticano.

Y de inmediato comenzó a enviar mensajes: la Iglesia tiene que estar al lado de los pobres; la inclusión tiene que ser un propósito; el papa se equivoca, y pidió en una oportunidad ser confesado; abrió las puertas a los marginados y comenzó a influir en los temas de trascendencia en el mundo, para que la Iglesia se considerara como una institución cercana y piadosa, y no como un instrumento de poder o de temor.

Estos diez años han sido de constante trabajo; lo vemos agotado físicamente, pero luchando a cada instante por modificar las viejas estructuras para que la Iglesia refleje los nuevos tiempos y asuma las nuevas realidades. Para ello ha tenido que luchar contra aquellos que se aferran a la ortodoxia y a los milenarios dogmatismos, para que entiendan que la rigidez conceptual no es posible sostenerla a rajatabla, sino que hay que adecuarla a medida que el elemento conceptual permite identificar nuevos escenarios y realidades.

Y la verdad es que su esquema no ha sido el de la imposición, sino el de un trabajo paciente, abierto a la discusión y al diálogo sincero y nutrido, con la concurrencia de todas las voces posibles, siempre generador de nuevos horizontes.

El papa, ha sabido transmitir coherencia, lógica y sentido común en sus reflexiones, y una persistencia en el trabajo y en la difusión de su pensamiento, que lo han llevado sin duda a mostrar resultados, que van apareciendo poco a poco, sin necesidad de imponer concepciones rígidas, ni tampoco de aparecer con rupturas estridentes que lleven a provocar alarma o confusión. La sencillez y humildad en su actuación le permiten tocar las fibras íntimas de la comunidad que dirige y conducir a espacios de reflexión, en donde se abre el camino de la transformación.

En una oportunidad, al cardenal José de Jesús Pimiento se le preguntó qué opinión tenía del papa Francisco, y sentenció “Pues este papa está haciendo todo lo que Jesucristo no alcanzó a hacer”.  

EDUARDO DURÁN

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