Cuidemos los jóvenes

Eduardo Durán

Los jóvenes constituyen el capital más importante que tiene un país; de su formación y de la puesta en práctica de sus conocimientos y habilidades, depende que todos los sectores marchen y de que la sociedad avance de acuerdo con los requerimientos que se imponen.
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De ahí que es necesario defender, no solo el proceso de formación, sino también el de proyección sobre las diferentes actividades que requieren del impulso de capital humano capacitado y dispuesto a robustecer las soluciones para las necesidades que se expresan.

Por esta razón es que preocupan en estos momentos las cifras de dos indicadores: El de migrantes al exterior, y el del crecimiento de remesas desde otros países hacia Colombia.

En el primer caso, el estimativo del año anterior refleja que 1.333.829 personas salieron del país para establecerse en el exterior. Los países desarrollados, ante la preocupante baja de la natalidad que experimentan, están acudiendo a diseñar toda clase de estrategias para vincular a los jóvenes de países emergentes, para que migren y fortalezcan sus aparatos productivos, con buenos sueldos y condiciones.

Constituye una verdadera frustración que el país mantenga y capacite a las nuevas generaciones, para que, una vez construido ese ciclo, se vayan a otros países a desarrollar sus conocimientos y se prive a la patria materna de la influencia de sus aptitudes, que no tienen otro impacto que el de detener nuestro propio desarrollo, humano y económico.

Por otro lado, si bien es cierto las divisas que se perciben de los giros que hacen los residentes en el exterior a sus familias en Colombia, son importantes para impulsar el presupuesto nacional, sobre todo cuando han pasado de 3.996 millones de dólares en el 2010, a 10.000 en el 2023, debe también tenerse una lectura preocupante, pues es la prueba de que cada vez más personas están migrando y se están estableciendo definitivamente en el exterior desarrollando una actividad productiva, que les permite no solo su sostenimiento, sino contribuir al de sus familias en Colombia.

Estas cifras son fehacientes, merecen un detenido estudio para analizar su impacto en el futuro de Colombia, y todo apunta a que hay que fortalecer las oportunidades para que los jóvenes puedan encontrar la manera de poner en práctica sus conocimientos y habilidades aquí, y de ellos se puedan beneficiar todos sus coterráneos, y también para que puedan convertirse en el motor del desarrollo que tanto necesitamos.

Los jóvenes son un tesoro, tenemos que cuidarlos, necesitamos que se materialicen las condiciones para que se queden dentro del país, o de lo contrario nos estaremos exponiendo a que el crecimiento se estanque, y toda la sociedad pierda porque no existe el motor suficiente para impulsar los proyectos que exigen el presente y el futuro para que la sociedad pueda realizarse satisfactoriamente. 

Eduardo Durán Gómez

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