Berracundeo: La misma vaina

Lo primero que nos aportó el descubrimiento del Nuevo Reino fue el robo violento de las propiedades de los aborígenes y la destrucción de su cultura. El robo continúa y las víctimas son indígenas y campesinos.

Los ladrones son los mismos terratenientes, politiqueros, mercaderes de la muerte, enemigos de la paz, mafiosos, comerciantes inescrupulosos, paramilitares asociados con bananeros, petroleras y enemigos de los trabajadores.

Las justificaciones cambian de apariencia pero son las mismas. Estas tierras se necesitan para el desarrollo del país. Sus poseedores no tienen papeles. Las abandonaron hace muchos años. Sus poseedores las pagaron pero no tiene escrituras.


Sus dueños murieron sin darle un golpe a la tierra y ahora hay una gran hacienda. Lo importante es producir y no los que hacen posible la producción. Pero como siempre, los que viven mejor son los que sacrificaron vidas de pobres y se robaron sus bienes.


Bastaría una mirada a la violencia de los 50 y los 60 en Chaparral, San Antonio, Rovira, Líbano, Fresno y Alpujarra para citar pocos ejemplos y meternos con la plaga mafiosa dueña del país.


A un pequeño local comercial cercano a la Clínica Tolima, para tocar la provincia y a la que fuera Ciudad Musical de Colombia, entran un par de uniformados con pinta de asustar y extienden un recibo al dueño por lo de la semana de vigilancia no contratada. No necesito más seguridad dice el dueño. Mañana vienen por el doble y salen del local. Me va a tocar cerrar esta vaina, no me aguanto tanta presión y me tienen muy asustado. Así nos tienen a los del sector esos malditos extraños.


La Policía lo sabe y lo sabe la Alcaldía, pero siguen haciendo lo que les da la gana. Falta autoridad por toda la ciudad, cada quien hace lo que le parece y más si sobre la enjalma lleva jotos de billetes bien o mal habidos, en contratos chanchullos o juegos prohibidos.


El sábado pasado se despertó la Pola con los rebuznos atribuidos al Nule de la Calle Décima. A las seis de la mañana, sin previo aviso a los vecinos, se inició la demolición con maquinaria de una edificación ubicada en la carrera Cuarta, entre Séptima y Octava. El estruendo puso nerviosa a una vecina que creyó que le estaban tumbando su casa.


El ruido y la polvareda, sacó la gente con pañuelos a los balcones a observar el espectáculo que incluía la ocupación de carril izquierdo por volquetas, el taponamiento del ingreso a varios parqueaderos privados y los trancones de la vía por espacios hasta de 30 minutos.


Ni señalización, ni protección para los peatones. Solo respuestas altaneras a quienes solicitaban vía. Por más de veinte minutos se negaron a mover una volqueta un poco a la derecha, para dejar pasar unos vehículos cuyos pasajeros estaban urgidos para llegar a una ceremonia.


Al frente de la demolición y desde la ventana de un primer piso un lechoncito con sonrisa de imbécil sobrado, se limitaba a decir: “Pues esperen”. En la tarde cuando algunos residentes que demostraron su inconformidad con el atropello, se acercaron a sus viviendas, fueron objeto de frases intimidantes por parte de los trabajadores de la demolición. Polvareda y andenes dañados a unos 40 metros del CAI, que fue inaugurado con el robo de dos residencias del sector. El diálogo sobre la mejor forma de protestar fue cortado por alguien que metió la cucharada para decir. “cuando un pueblo es controlado por quienes hacen ostentación del dinero ganado con el sudor  de sus pezuñas, está condenado a comer lo que estamos comiendo”.


Ñapa.- La corrupción en el deporte no es cosa nueva, pero nada tan aberrante como lo recientemente hecho por la “Federación Colombiana de Natación”: mandaron al carajo las mejores marcas en diferentes pruebas para abrirles cupo a nadadores del Valle. Los perjudicados fueron nadadores de Antioquia y del Tolima. Antioquia da la pelea y el Tolima guarda silencio. 

Credito
HECTOR GALEANO ARBELÁEZ

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