Hablando de paz, haciéndole la guerra

Héctor Manuel Galeano Arbeláez

No hay que enseñar Historia para que las nuevas generaciones no conozcan la verdad sobre sus antepasados. Se avergonzarían. Creyeron que era mejor acabar con las Humanidades y la investigación y siguen en lo mismo porque lo que importa es el dinero. Es el medio requerido para que florezca la corrupción y la impunidad y que fue aprovechado por los narcotraficantes para posicionar social y políticamente su negocio. Vincularon a empresarios, ganaderos, bananeros, políticos y militares y con la colaboración de todos, incluyendo periodistas, le metieron muela a la lucha contra el comunismo que no pasó de la organización de sus propias fuerzas armadas, para defender y expandir su negocio. Hace más de dos décadas se comenzó a mencionar a los mercenarios extranjeros Kleim, Tomkins, Conlan y Tzedaka, entre otros, fletados gracias a la gestión del coronel Salcedo para entrenar campesinos del ejército de los narcos.

Los resultados comenzaron a verse, logran renombre nacional los batallones Bárbula y Charry Solano y parlamentario “educador” César Pérez García, quien organiza una masacre de campesinos y ve crecer su universidad. Son muchos, entre ellos empresarios y ganaderos que se untaron de sangre hasta el cogote. Cuando se inició el genocidio contra la Unión Patriótica, el ministro de defensa de la época se quejó por la lentitud del operativo.

Celebraron los asesinatos de Bernardo Jaramillo, Pardo Leal, Carlo Pizarro, José Antequera, Manuel Cepeda, Luis Carlos Galán y Álvaro Gómez Hurtado y el holocausto del Palacio de Justicia. Destruyeron las sedes de El Espectador y de Vanguardia Liberal. Dinamitaron un avión en pleno vuelo con la muerte de sus pasajeros. Paralelamente, fue creciendo el prestigio y el poder de Ramón Isaza, Pablo Emilio Guarín, Henri Pérez, Ariel Otero Leonidas Vargas, los Rodríguez Orejuela, Pablo Escobar, los Ochoa, los Castaño, Víctor Carranza y otros honorables para unos medios de comunicación, que comercializan la vida de criminales. Mucha denuncia nacional e internacional, pero nada de investigaciones con resultados. Afortunados ellos que contaron con la ayuda del fiscal Luis Camilo Osorio, que se empleó a fondo para volver humo el proceso de las finanzas del paramilitarismo y destacó en la Fiscalía de Cúcuta a la “Batichica”, que no le reportaba a él, si no al Iguano y a Mancuso. La película mejoró con la guerra entre los carteles con el destape de alianzas entre narcos y miembros de las fuerzas del orden. El Navegante fue la mano derecha en la caída del Mejicano. El periodismo fletado disfrutó mucho el homenaje que el Congreso le hizo a un grupo de jefes paramilitares en el Capitolio Nacional. Por ahí están los verdaderos enemigos de la paz; los que no van a ceder ni un ápice del poder que les ha dado el narcotráfico, los que no van a permitir las reformas sociales que requiere el país. Mientras el país siga en manos del narcotráfico, seguiremos hablando de paz y nada más.

*-Esté donde me encuentre

no me siento extraño,

porque llevo mi tierra

pegada a la piel.

El Bunde es mi himno

en cualquier parte del mundo

que el Sanjuanero invite a bailar.

Por estos poros sale orgullo por mi tierra,

mis paisanos, el muán, la patasola, los matachines

y el río Magdalena.

Apegado al recuerdo de Leonorcita,

Timoleón, Misael Devia y Blanquita Álvarez, escucho sus diálogos sobre música, el viudo, la lechona, el tamal y los bizcochos de achira y de maíz.

En la fonda con tiple, bambucos y chirrincho

me siento como lo que soy,

un tolimense, tolimense,

tan tolimense, tolimense,

como los dioses pijaos.

Tomado del libro: Mientras el tiempo sea nuestro; Antología Poética. Bogotá: Exilio, 2013. Autor: Andrés Berger Kiss.

EL DÍA QUE YO MUERA

Enterradme con los pobres de la Tierra.
Añoro por la mano fuerte del herrero como guía.
No me deis las palabras de algún iracundo profeta
sino la Olegaria de la humilde tejedora
meciendo a su niñita después del arduo día.
Quiero estar junto al panadero de mi aldea,
tener del arriero su compañía,
al labrador en la alborada,
al tendero de la esquina.
Mañana, cuando yo muera,
enterradme con los pobres de mi Tierra:
enterradme en… Colombia.
Si no, regad mis cenizas
en cualquier cumbre forastera
que tal vez los vientos compasivos
se lleven la porción del corazón
hasta mi patria chica.
Allá descansaré
con los pobres de mi Tierra
en cualquier rastrojo
por infeliz que sea.

*+.- Recuerde que el futuro del Tolima no depende del oro que se roben ni de los recursos naturales destruidos y que el hambre no se quita con cianuro ni mercurio. 

Y no olvide que las limosnas que reparten los enemigos del futuro del Tolima son un insulto y falta de respeto a la dignidad de los tolimenses.

Comentarios