Circo y payasos

Héctor Manuel Galeano Arbeláez

Por segunda vez el partido Liberal pasa por la funeraria Gaviria, pero en esta el entierro parece definitivo, porque el que apuró su defunción fue su propio jefe, quien dictó cátedra de deslealtad con el candidato presidencial de su partido Humberto de la Calle, para tratar de conseguirle un ministerio a ‘Simoncito’, quien dizque ya aprendió a leer.

Al expresidente sepulturero le fue mejor con la Catedral de Pablo Escobar. Solo ha seguido las huellas de ‘Ernesto 8.000’ y Horacio Serpa, su perrito faldero, con su campaña presidencial financiada por el narcotráfico y absolución pagada y negociada en el Congreso donde Gaviria tenía muchos amigos. No gratuitamente el mamolero de la honestidad encaramó a Gaviria en la dirección liberal, con tan buenos resultados como los que logró un pastor con su prédica sobre la importancia de la virginidad en un prostíbulo. O como los que logró el Pastor Carlos Alonso Lucio después de ser militante destacado del M19, condenado por la Corte por estafa, para convertirse en ideólogo del paramilitarismo, volverse predicador y regresar de nuevo al seno de Uribe. El círculo perfecto.

Vargas Lleras, el del partido repartido y varios años inaugurando obras del gobierno como suyas, se retiró para re-iniciar su campaña a la Presidencia, campaña en la cual guardó silencio sobre los logros del Gobierno del cual había formado parte y haciéndole el fo al proceso de paz. Esto, los respaldos de dudosa ortografía y el coscorrón le pasaron la cuenta.

El partido Conservador, sin defensores de su ideología y sin vocación de poder, quedó reducido a jejes cortos en servicios al bienestar de los colombianos que andan con un petate debajo del brazo para tendérselo al mejor postor. Qué otro resultado se puede esperar de los resbalones de un expresidente que para la foto se quita el babero, es compañero de caverna de Alejandro Ordoñez, y es enemigo de la paz que le quedó cuellona.

En el redondel de la gallera quedan los pollos Petro y Duque (Uribe). Pueda ser que en la calzada no les pongan espuelas envenenadas para que nos acaben de joder.

Ñapa. -Ahora que llega el San Juan no sobra recordar que el traje típico no es un disfraz. Es el traje que identifica la alegría del tolimense que le rinde tributo a su tierra. Claro que es bueno recordar que el folclor está vinculado a nuestros ancestros y no se puede revolver con corrupción. Así que mucho ojo. Que no lo vuelvan costumbre.

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