Manos a la obra

Guillermo Hinestrosa

A ningún tolimense le sorprendió que Ibagué apareciera en el podio nacional del desempleo. Uno de cada tres conciudadanos no tiene como llevarle el sustento a su familia, y la mitad de los jóvenes no halla qué hacer. 31,7%, y 44%, respectivamente, para ser más exactos.
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Los mejores estudiantes de la región ingresan a nuestras universidades con la expectativa de forjarse un futuro mejor, pero cuando terminan se llevan la sorpresa de que Ibagué no les ofrece opciones laborales. Ni sus propios hijos se quedan, porque “aquí no hay nada que hacer”. La migración de talentos es continua. Aquí se vuelve a sanjuanear y pasar vacaciones. El desempleo se volvió parte del paisaje social.

Ya no tenemos clase empresarial. Los patricios del pasado ya no nos acompañan. El puñado de “cacaos” que intentaron hacer el relevo corrigen, afanosamente, los malos contratos en los que los involucraron sus inquietos “retoños”. Quedan algunas familias pudientes, que invierten poco, pues viven de rentar sus fincas heredadas. Excepto la construcción y el comercio de grandes superficies, no hay un sector que atraiga inversionistas y genere nuevas fuentes de trabajo. La clase política es indiferente al problema. Los planes de desarrollo que presentaron gobernador y alcalde de Ibagué se aprobaron con mínimos ajustes. No hubo debates ni propuestas que analizaran los cambios indispensables para enfrentar el impacto de una crisis económica y social sin antecedentes.

Pero la situación no está para dormir el sueño de los indiferentes. Lo primero es el compromiso de nuestras universidades. Sacarlas de su torre de marfil. Forzarlas a que cumplan la función de alma mater en la región. En otras palabras, centro de investigación, fuente de conocimiento, motor del desarrollo local. Enfocarlas en el territorio, sus conflictos, sus recursos, su buena administración. Convocar foros en los que se rindan cuentas, se expongan las mejores prácticas y se dé un debate ilustrado sobre los proyectos y las problemáticas principales.  

Ejemplo 1: los gobernadores Delgado y Barreto, por cuenta del Sistema Regional de Regalías SGR, dispusieron de $ 1.365.978.858.307 en los últimos ocho años. ¿Alguno de nuestros académicos nos podría informar en qué se están invirtiendo? ¿han mejorado los NBI (Necesidades Básicas Insatisfechas) de los tolimenses? ¿Podremos visitar, con los rectores, la grande o mediana obra pública construida? Aún faltan $382.000 millones por invertir y $210.000 por comprometer, incluidos $ 16.969 millones para Planadas, Rioblanco, Chaparral y Ataco, del Programa de Desarrollo con Enfoque Territorial (Pdet), que pudieran consolidar los proyectos de cafés especiales y la protección de la cuenca del amenazado río Saldaña. 

Ejemplo 2: En relación con el Triángulo del Tolima, en 2007 Corpoica planteó cultivos de 20.402 hectáreas de frutales, cacao, plátano y hortalizas. Pudiéramos inspirarnos en la experiencia de San Alberto, Cesar. Indupalma incorporó los campesinos en un programa donde cada uno aportó un terreno de 10 hectáreas: 6,5 destinadas a la plantación de palma y 3,5 de uso libre. Las partes firmaron un contrato que les dio una doble condición: propietarios, socios proveedores de la fruta y a la vez trabajadores (con todas las prestaciones), por 28 años. La estabilidad le permitió a la empresa satisfacer la demanda y asegurar el retorno de las enormes inversiones, sin pretender a la propiedad de la tierra, que quedó en manos campesinas.

Dinero sí hay, pero está en manos de los políticos, acostumbrados a rendirles cuentas únicamente a sus clientelas. Llegó la hora de sacar a la universidad de la Torre de Marfil. Comprometerla a ofrecerles una esperanza a ese 44% de muchachos que salen con un cartón bajo el brazo, e ilusiones que comienzan a disiparse una vez los profesores les dan la espalda para siempre.

GUILLERMO HINESTROSA

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