Echandía en presente

Guillermo Pérez Flórez

En 1943 Darío Echandía Olaya, en calidad de designado, tomó posesión de la presidencia de la república como reemplazo temporal de Alfonso López Pumarejo, quien viajó a Estados Unidos para atender la enfermedad de su esposa María Michelsen.
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El capítulo Tolima de la Academia Colombiana de Jurisprudencia y las universidades de Ibagué y del Tolima, decidieron celebrar los ochenta años con un acto académico en el Palacio de Justicia de Ibagué.

El jurista Hernando Hernández Quintero pronunció una conferencia que permite entender la política de esa época. Echandía era un socialdemócrata comprometido con el cambio social, detestaba la politiquería y le hartaba el poder. “La causa de los males actuales está en que los políticos no ejercitan, generalmente, su inteligencia en solucionar los problemas, sino en ver cómo colocan a sus amigos y cómo integran los directorios convirtiendo una posición, como la que yo ocupo en la Dirección Liberal, en un oficio mecánico insoportable. No tiene sentido esto de lidiar con manzanillos heroicos. Lo que hay que hacer es cambiar la política y reagrupar el Frente Nacional en función de la revolución social, para que no insista en hacerla cualquier caudillo a quien la gente, tragando entero, como dice Palacio Rudas, tome de pronto por un Lenin criollo”. La frase fue pronunciada en 1965, durante una entrevista con Fabio Lozano Simonelli. La parte de que “no tiene sentido esto de lidiar con manzanillos heroicos”, cobra total vigencia como consejo para el presidente Petro. Ojalá la recordara y se decidiera a presentar una reforma político-electoral profunda.

Hubo dos grandes paneles, uno sobre el político y el gobernante (Ángel Hernández, Ricardo Bastidas, Cesáreo Rocha y John Jairo Peña), y el otro, sobre el jurista y el académico (Alexander Cruz, Nohora Chavarro de Solanilla y María Cristina Solano de Ojeda), que son las dimensiones más sobresalientes de esa cumbre filosófica política y jurídica llamada Darío Echandía, magistralmente complementadas por las intervenciones de Mabel Montealegre y Augusto Trujillo Muñoz, de la Academia Colombiana de Jurisprudencia y las de otros destacados académicos. Fue reconfortante ver un auditorio abigarrado de jóvenes estudiantes, interesados en aproximarse a un hombre que les resulta lejano, que dista de ellos casi cuatro generaciones, pero cuyo pensamiento mantiene una vigencia impresionante, en el marco del Estado Social de Derecho. Mi reconocimiento a los organizadores de esta celebración.

Mi ‘doble militancia’ académica (la jurisprudencial e histórica) me permite afirmar que bien podría llevarse a cabo un ejercicio centrado, ya no en el pasado sino en el presente, en torno a dos grandes crisis: la de la política y la justicia. Ambas crónicas, cuyo enfrentamiento es inaplazable. El pensamiento echandiano puede aportarnos grandes luces. Más que consultar a Habermas, a Rawls, a Dworkin, a Giddens y otras fuentes (lo cual se hace a diario), deberíamos consultar a este ilustre tolimense, que estudió y trasegó el país de cabo a rabo. Allí encontraremos una fuente inagotable de pensamiento, y de paso, no nos quedamos en la caricatura de sus más célebres frases o epigramas, como aquella de “el poder para qué”, muchas veces citadas sin contexto. Hay que traer a Echandía al presente, a ver si salvamos el futuro.

 

Guillermo Pérez

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