Reordenar la ciudad

Guillermo Pérez Flórez

Es inconcebible que Ibagué, un municipio con una riqueza hídrica sin par, con ríos, quebradas y caños, con uno de los acuíferos más grandes del país (el cual comparte con Alvarado, Piedras, San Luis y Coello) y un alto índice de precipitación de aguas lluvias (1.691 mm al año), tenga problemas de abastecimiento de agua.
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Y, sin embargo, así es.  Nada nuevo. Es una crisis de más de veinticinco años, que ha venido agudizándose debido al actual ‘modelo de ciudad’, construido sobre la base de planes parciales, cada vez más alejados del centro urbano, a la falta de control de pérdidas (52%), y a la disminución de los caudales del río Combeima y la quebrada Cay (23.5%), por efectos de deforestación y cambio climático.

Comencemos por el ‘modelo de ciudad’. El actual proyecta una falsa percepción de progreso, pues la vemos crecer. Sí, cada día está más grande, pero también más desordenada y caótica. Este crecimiento atenta contra la calidad de vida y la sostenibilidad fiscal y social, pues la oferta de servicios y bienes públicos de educación, salud, cultura, seguridad, recreación, y zonas verdes, no crece al mismo ritmo urbanizador. 

En otras palabras: se construyen casas y apartamentos, pero no escuelas, colegios, bibliotecas, puestos de salud, ni espacios para el deporte y la recreación. Esto dispara la movilidad. Resultado: una ciudad congestionada y polucionada, y sin vías. El negocio es muy bueno para los propietarios de la tierra y los urbanizadores, venden por metro cuadrado lo que antes se vendía por hectáreas. Ahora bien, el asunto se agrava si los alcaldes se dan el lujo de no cobrar la llamada plusvalía, derivada de la recalificación del suelo. 

Hay quienes calculan que, en los últimos diez años, Ibagué ha dejado de recaudar cerca de ¡un billón de pesos! Por este concepto. Muchos de esos planes se adelantaron con disponibilidades de agua otorgadas con base en que tendríamos acueducto complementario. Si a esto se suma una mala gestión en el Ibal, con corrupción y politiquería, tenemos lo que los ‘gringos’ llaman la ‘tormenta perfecta’.  

La ciudad necesita reordenarse. Aún existe una cantidad importante de suelo urbano sin desarrollar, y un área creciente que demanda renovación. Hace unos meses pedí a unos constructores y expertos urbanistas que me ayudaran a cuantificar dicha área, y la sumatoria les dio más de 400 hectáreas. No soy enemigo de los planes parciales, por supuesto. No obstante, hay que tener presente que estos exigen cuantiosas inversiones en redes y vías. Y que una ciudad, es más, mucho más que casas y apartamentos. No me cansaré de repetirlo.

La crisis del agua va a generar muchos problemas de salud y de orden público. Solucionarla, es una de las prioridades mayores. Si la alcaldesa Johana Aranda quiere en realidad dar una solución de largo aliento, debe convocar a la ciudadanía para adelantar un reordenamiento del territorio, a partir del agua, tal y como lo manda el Plan Nacional de Desarrollo. 

Seguir poniendo parches no soluciona nada. Me temo que este asunto habrá que seguir tratándolo, en razón su complejidad. En Ibagué hay gente muy calificada para abocar esta tarea, que debe ser tenida en cuenta, al margen de las simpatías o antipatías políticas. Lo que está en juego es el presente y el futuro. De paso, honraría su lema de campaña: “Ibagué para todos”.

GUILLERMO PÉREZ FLÓREZ

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