Prácticas de no buen gobierno

No fue favorable al presidente Santos el episodio de la pretendida adhesión de Colombia a la Alianza del Pacífico Norte, por no conocer el mapamundi, ni los orígenes de la Otan, y por el hecho de confundir un simple acuerdo de ayuda informativa con una solicitud de incorporación como socio o miembro de la organización.

Esa equivocación se cometió por causa de la frecuente improvisación del Jefe del Estado, quien prefiere improvisar para convertir en noticia o en discurso de campaña reeleccionista cualquier idea improvisada, sin asesorarse y sin convocar al Consejo de Ministros o a la Comisión de Relaciones Exteriores antes de adoptar –como debería ocurrir- las grandes decisiones de Estado o de Gobierno. 

Si lo hiciera, no incurriría en los frecuentes anuncios o conceptos erróneos que le son imputables y que los funcionarios subalternos tienen después que enmendar de manera apresurada ante los medios, generalmente con ‘parches’ bastante visibles y nada estéticos en la fachada de la Administración. 

Además del oso internacional y de la airada crítica de los países vecinos –que con justa razón se consideraron agredidos, en especial Venezuela tras la incómoda visita de Capriles a la Casa de Nariño-, el Presidente tuvo que rectificar una vez más el camino andado, o, como dicen los muchachos, “sacar la pata de donde la había metido”. 

Muy bien. Rectificar es propio de los sabios, pero –señor Presidente- no con tanta asiduidad, porque la repetición de las contradicciones es, de suyo, un renovado error, y –digámoslo con respetuosa firmeza- así no se puede gobernar un país. Cuando menos, hay que leer o preguntar antes de pronunciar el discurso. Por eso, en el caso que ahora discutimos, la primera en rectificar fue la propia Otan, a cuya dirección le pareció muy bien la cooperación de Colombia pero advirtiendo que, lamentablemente, Colombia “no cumple con los criterios geográficos para ingresar en un futuro en la Alianza Atlántica”. 

Claro. La Otan es una organización internacional nacida el 4 de abril de 1949, mediante Tratado firmado en Washington, entre países ubicados en el Atlántico norte. Ningún país suramericano la integra, precisamente por no estar en la misma área geográfica, y por no cumplir lo exigido en el artículo 10 del Tratado, que dispone: “Las Partes pueden, por acuerdo unánime, invitar a ingresar a cualquier Estado europeo que esté en condiciones de favorecer el desarrollo de los principios del presente Tratado y de contribuir a la seguridad de la zona del Atlántico Norte”. 

Los anuncios presidenciales y las políticas de Estado se estudian, se discuten en el interior del Ejecutivo, se ponderan y se preparan con suficiente tiempo y previa deliberación. No se pueden formular de manera inconsulta, ni con el solo propósito de que clasifiquen para encabezar los noticieros de televisión o para los titulares de los periódicos. La práctica que hoy se aplica no es propia del “buen Gobierno” sino de un gobierno improvisado. 

!Ah! Y –doctor Santos-: en el Derecho, como en la diplomacia, la precisión en el uso del lenguaje es muy importante. No es lo mismo una propuesta de mutua colaboración que la pertenencia de un Estado a una determinada organización internacional, en especial si con ella no se ha discutido el punto, al menos para conocer los requisitos de afiliación.

Credito
JOSÉ GREGORIO HERNÁNDEZ GALINDO

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