Lecturas decembrinas 3

Hugo Rincón González

Hay historias sin hache mayúscula y también con hache mayúscula. La primera es anónima, ignorada por la gran prensa, pues habla de temas que los medios consideran irrelevantes.
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Se basa en lo que cuentan los nadies sobre su cotidianidad y cultura. Los comunicadores que trabajan en esos grandes medios solo se ocupan de reseñar algo sobre esos seres marginados cuando suceden las tragedias y son tratados como meras cifras, pues nunca significan nada para quienes escriben la historia con hache mayúscula, ya que estos solo se ocupan de los asuntos de quienes mandan, ostentan el poder o simplemente son los vencedores. Estas reflexiones son parte del libro que destaqué la semana anterior: Botellas de Náufrago.

Alberto Salcedo Ramos escribe delicioso, dije en la columna anterior. Se regodea en temas diversos tratados en pequeños textos que teje con filigrana. Lucha con las palabras, como el dice: garrapatea las frases hasta quedar conforme con lo tejido, pues hacer un texto, nos dice, viene del verbo texere, que significa tejer.

Como buen caribe, destaca las historias de su región. Nos aclara el significado de corroncho. Lo define como un personaje ignorantón, campechano, que no sabe abrir una lata de cerveza, ni marcar un número de un teléfono celular, un ser de espíritu campesino. Cuenta la anécdota de un campesino encargado de amansar un mulo cerrero. Un hombre corpulento con manos enormes repletas de callos. Cuando fue a colocarle la montura al mulo, este le asestó una patada en el pecho. Entonces, furioso lo derribó con un puñetazo feroz en el hocico, se le sentó encima y le soltó una advertencia rotunda: “Maldito mulo me ganarás en inteligencia, pero en fuerza te jodés”.

Uno salta de texto corto en texto corto con sonrisas y carcajadas especialmente cuando refiere historias caribeñas. En una de ellas nos habla de otro campesino muy viejo que no cree en las propiedades del viagra, pues según él, después de tomarlo, se echó los mismos tres polvos en una noche.

Salcedo Ramos plantea cómo los cronistas se nutren con historias de personajes anónimos y como estas crónicas cortas permiten dejar un testimonio contra nuestra amnesia. Para este experto en este tipo de textos, el principal problema de los escritores tanto los de ficción como los de no ficción, no es la falta de temas, sino la forma de hacer creíble la realidad tan demencial que tenemos en nuestro país.

Botellas de Náufrago, resalta la picaresca de la gente del pueblo y los comentarios espontáneos que surgen en los momentos más trascendentes, como cuando un político en campaña en tono altisonante decía que la lucha contra la corrupción tenía un estandarte en él, que por sus bolsillos no había pasado ni un peso mal habido. Escuchando al político un pueblerino en el acto de campaña sentenció, que eso era cierto porque ese señor tan importante estaba estrenando pantalones. El pueblo es sabio y a veces no tan pendejo.

Diciembre se va yendo, volverá la aridez de muchas situaciones complejas y dolorosas. Las lecturas decembrinas me dejan un sabor alegre de aprovechar libros represados, conversaciones aplazadas con amigos y vidas y circunstancias de los vencidos en la historia que se conocen por autores que hacen un trabajo con las palabras para contarnos sucesos juzgados por muchos como sin importancia pero que tienen sentido para la gente tradicionalmente excluida, aquella que no escribe la historia, pero que como dice el título de otro libro, en ellos está la razón de los vencidos.




 

Hugo Rincón González

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