La mendicidad en la ciudad

Indira Orfa Tatiana Rojas Oviedo

Se ha venido incrementando el número de mendigos en la ciudad, que parecieran venir de otros lugares, tal vez atraídos por la generosidad de sus gentes, en nuestra capital musical. Es una situación compleja que nos pone en una situación difícil, ¿Cómo intervenir ante la mendicidad que crece en Ibagué?
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La mendicidad es un problema social asociado a múltiples factores, entre ellos se percibe el abuso que los adultos cometen cuando exponen a los menores de edad, incluso infantes, a esta situación. Es un hecho crítico, porque además de impedir el desarrollo de la infancia, están condenando a sus hijos para que continúen la historia de miseria.

Las leyes de la corte se vuelven lánguidas para intervenir sobre este flagelo. Porque, inclusive, ya está aceptado que la mendicidad, por sí misma, no es un delito, porque equivaldría a aceptar como crimen la pobreza que en el Tolima está por encima del promedio nacional.

La pobreza extrema afecta al 13.5 % de la población del departamento, y conlleva entre otros a esta situación como producto del desempleo, genera la inasistencia escolar, afecta la población migrante proveniente de fuera del país y de otros lugares de Colombia.

Indignantes los casos  de la utilización de menores de 12 años que son calificados como mendicidad infantil forzada y tráfico de menores por parte de adultos inescrupulosos que llegan al “alquiler” de infantes para la mendicidad, con ánimo de lucro.

Aquí se está incurriendo en un  delito, porque se cae en tráfico de menores y de mendicidad forzada, castigado penalmente. Se cae en los límites de edad de trabajo infantil, que también tiene sanciones.

Causa dolor encontrar a una madre que lleva a su niño en sus brazos, y pide limosna para comprar los ingredientes del tetero para su hijo. O aquel adulto que dice haber salido de la prisión el día anterior y manifiesta no tener qué comer o cómo desplazarse en búsqueda de su familia en otro municipio. Sin embargo, cuando se les ofrece algún trabajo para que obtengan un pago, generalmente se niegan.

Es tal la costumbre, que se hace mendigo un joven que puede trabajar, pero exige determinados trabajos, aún sin tener ningún grado de escolaridad y prefiere pedir o volverse un limosnero.

Es necesario que reflexionemos y evaluemos en qué momento realmente se debe aportar a quien lo necesita. 

Por otra parte, incomoda escuchar de manera indistinta cuando se hace un pedido, por ejemplo: “regáleme una botella de…”  Cuando simplemente debe solicitar que por favor le vendan.

 

INDIRA ORFA TATIANA ROJAS OVIEDO

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