El experimento sueco

Juan Carlos Aguiar

Han pasado un mes y doce días desde que el presidente Iván Duque ordenó la cuarentena obligatoria. El 20 de marzo el mandatario aseguró que buscaba hacer lo correcto para enfrentar al coronavirus y “detener su expansión”.
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Al escribir esta columna nuestro país se ubicaba en el puesto 45, entre más de 180 naciones, con 7.006 enfermos comprobados. Nada mal si lo comparamos con algunos vecinos. Perú tiene 45.459 casos; Ecuador 26.336 y su tamaño equivale a una cuarta parte de nuestro territorio; Panamá tiene menos enfermos, 6.720, pero su área es 15 veces más pequeña que la nuestra. Venezuela tiene tan solo 335 casos, pero es muy difícil —imposible diría yo—, creer en las cifras presentadas por el desgobierno de Nicolás Maduro. No estamos tan bien si miramos hacia Bolivia, Paraguay, Uruguay y Argentina, que han controlado mejor la enfermedad. Evaluar las medidas implementadas por Iván Duque es difícil en este momento, máxime si tenemos en cuenta que el planeta está en la misma situación: combatiendo esta pandemia y reinventándose para continuar en medio de nuevas circunstancias. Muchos han incumplido el encierro decretado en Colombia y es difícil juzgar, al menos a la mayoría, porque el hambre apremia. Como siempre los más vulnerables son los más pobres, quienes viven el día a día y trabajan a duras penas para medio sobrevivir. Esto, sumado a un sistema de salud consumido por la corrupción, pondría al país en una precaria situación en caso de registrarse un contagio masivo como el sufrido en Nueva York, que desnudó impensables debilidades en el corazón del capitalismo mundial. Lo que si podemos hacer es observar hacia otras latitudes. Suecia, en el norte de Europa, decidió llevarle la contraria al confinamiento que enfrenta la mayoría de naciones. Mientras gran parte de la humanidad mantiene estrictas medidas de movilidad y ve contraerse su economía, Suecia no se ha detenido. Aunque suene increíble sus habitantes mantienen —con autorización del gobierno— una vida normal y sus finanzas no amenazan con colapsar. La gente sale a trabajar, visita los restaurantes, descansa en parques, se divierte en bares y sus niños van a las escuelas. Tampoco usan tapabocas y menos han cerrado sus fronteras. Lo que si recalcaron es la importancia del distanciamiento social y reforzaron sustancialmente su sistema médico para atender a los pacientes, en especial a largo plazo. Suecia invitó a la responsabilidad individual. El resultado es interesante de analizar, sobre todo porque en contagios estamos mejor que Suecia. Con un poco más de 10 millones de habitantes, Suecia tiene 22.082 casos y ocupa el lugar número 21 en contagios. En su territorio han muerto 2.669 personas. No está mal si tenemos en cuenta que nada, en absoluto, ha cambiado en esta nación escandinava. ¿La razón? Las autoridades suecas le apuestan a la Inmunidad Colectiva que, explicada de forma sencilla, es esperar a que una gran mayoría se contagie hasta el punto en que se produzcan anticuerpos de forma masiva. Sus vecinos, Noruega y Finlandia, tienen cifras mucho menores, por debajo de 8 mil enfermos, pero países cercanos como Italia, España o el Reino Unido enfrentan verdaderas crisis. Aunque este experimento sueco ha sido discutido e incluso fue duramente criticado por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, esta semana que termina fue elogiado por la Organización Mundial de la Salud. Uno de sus expertos aseguró que hay que mirar hacia Suecia si el mundo quiere volver a una sociedad sin confinamientos. Seguramente en las próximas semana lo sabremos.

JUAN CARLOS AGUIAR

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