No contamos

Juan Carlos Aguiar

Una mañana en medio de una entrevista Rafael Mejía, entonces presidente de la Sociedad Colombiana de Agricultores, me preguntó si yo conocía Estados Unidos. Le dije que unas pocas ciudades y solo de paseo. Todavía recuerdo sus palabras: “mucha gente cree que conoce Estados Unidos, pero no; para conocerlo hay que entender el fútbol americano y las elecciones de ese país”. En 2016, cuando por primera vez trabajé como periodista en unas elecciones en Estados Unidos, comprendí la certeza de sus palabras. Aquel año, la noche del martes 8 de noviembre, el magnate inmobiliario Donald Trump sorprendió al ganar la Presidencia y convertirse en el hombre más poderoso del mundo para los siguientes cuatro años. Hay quienes dicen que él estuvo entre los sorprendidos.
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Lo más increíble del triunfo de Trump, es que ganó sin conquistar la mayoría de los votos. La aspirante por el partido Demócrata, la exsecretaria de Estado y exsenadora, Hillary Clinton, obtuvo casi tres millones de votos populares más que el republicano, pero perdió la presidencia, algo que solo ha sucedido cinco veces en la historia. 

¿Por qué? Así lo establece la Constitución de la considerada Primera Democracia del mundo moderno. Aunque antes de Cristo ya se había acuñado el término democracia, desde la antigua Atenas, expertos creen que fue el gigante norteamericano el primero en cumplir los requisitos para ser una democracia en el total y amplio sentido como la conocemos hoy.

La elección presidencial estadounidense es diferente a las que se vive en Latinoamérica. Aunque las personas votan por los candidatos, hay un colegio electoral conformado por 538 delegados electorales que al final deciden quién es el Presidente. Un candidato debe obtener un mínimo de 270 delegados para ganar. Dependiendo del número de habitantes de cada Estado, así es el número de delegados electorales, convirtiendo a California y Texas en los que más tienen por tener las mayores poblaciones en el país. Exceptuando Nebraska y Maine, que tienen 5 y 4 delegados que se reparten proporcionalmente a los votos, el candidato ganador se lleva la totalidad de los delegados electorales. Por ejemplo, si el candidato republicano gana en Florida, los 29 delegados electorales le pertenecen.

Por esto es por lo que el voto colombiano, aunque no es determinante para elegir presidente de Estados Unidos, podría inclinar, muy levemente, la balanza hacia uno u otro lado (en teoría). 

Florida es uno de los llamados estados péndulo, de los cuales nunca hay certeza de cómo votarán en las elecciones. Allí es donde los candidatos direccionan gran parte de sus fuerzas y recursos. Incluso, dicen que, el próximo 3 de noviembre, quien gane Florida se alzará con el preciado trofeo. Las fuerzas están divididas. Según una encuesta de Univision Noticias, de hace tres días, Joe Biden tienen 49% y Donald Trump 46%. Con un margen de error de casi 3 puntos es prácticamente un empate técnico entre el ex vicepresidente de Barack Obama y el actual mandatario. 

Por primera vez en la historia, los hispanos son la minoría más grande de Estados Unidos con 32 millones de votos. En Miami y su área metropolitana, una de las más importantes del país, los inmigrantes cubanos, colombianos y venezolanos, se sienten con fuerza y por eso es por lo que términos como socialismo y castrochavismo, o racismo y discriminación, tienen mucha fuerza en los discursos y la publicidad política pagada. Sin embargo, en 2016, solamente el 48% de los hispanos en todo el país salió a votar. Si este 2020 más latinos ejercieran su derecho, realmente podrían ser la diferencia entre quien gane: Biden o Trump.

JUAN CARLOS AGUIAR

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