El futuro en casa

Juan Carlos Aguiar

Hace algún tiempo no visito Ibagué, pero desde la distancia me siento muy orgulloso de ser un hijo más de tan maravillosa ciudad. Y aunque no tengo muy claro cuándo voy a regresar, procuro estar al tanto de lo que allí sucede para, en mi siguiente viaje, encontrarla mejor que en las imágenes que conservo frescas en mi mente.
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Creo que fue por esa mezcla de nostalgia y recuerdos que me emocioné tanto al saber que en Ibagué se contempla la posibilidad de construir un metro ligero integrado, que haga la vida más cómoda todos, especialmente los ciudadanos de a pie que cada mañana tienen que salir a luchar por un mejor futuro para sus hijos. 

¿Será posible que nos convirtamos en la segunda ciudad de Colombia, luego de Medellín, en contar con este sistema masivo de transporte? Muchos podrán pensar que es un sueño o una ilusión, pero lo cierto es que soñar es tan solo el comienzo para consolidar el mundo ideal que merecemos. Lo que no se puede desconocer es que se han dado importantes pasos en esa dirección: los estudios de movilidad para establecer los requerimientos que tiene Ibagué se iniciaron hace dos décadas y los de pre-factibilidad, para entender las posibilidades reales de cumplir con esta meta, ya están listos. No son uno ni dos, hay nueve estudios que nos permiten entender que se han dado importantes pasos en esa ruta. Se han realizado discusiones fundamentales con el Gobierno Nacional en el mismo camino. No es un secreto que nuestra ciudad colapsa cada mañana o cada tarde con el flujo masivo de vehículos particulares o de buses urbanos que contaminan indiscriminadamente cada vez más la vida de casi 600 mil personas que le apuestan a la prosperidad de la capital tolimense. Solo pensar en esto último hace que un metro ligero eléctrico, como el propuesto, sea una alternativa real para la salud y calidad de vida de los ibaguereños. 

Nuestras calles no aguantan más desorden o contaminación. Gobierno tras gobierno, de toda índole e ideología, no han buscado soluciones reales a un caos vehicular que hoy no solo es insostenible sino inaceptable. Las motocicletas en cada esquina son verdaderos enjambres de avispas listas para atacar, sin que sus conductores tengan la culpa. Los carros ni se diga. Seamos francos, la única responsabilidad es de las administraciones que no han estado a la altura de la Ibagué del Siglo XXI. Las de hace décadas que no planearon que la ciudad crecería como lo ha hecho y las recientes que no entendieron la inmensa responsabilidad que tenían al momento de pensar en una ciudad moderna y cosmopolita.

Ya es hora de que detengamos esa insólita e inexplicable capacidad que tenemos los ibaguereños para aceptar que los mandatarios hagan lo que quieran con nuestra ciudad, pensando en sus propios beneficios, sin que pareciera importarles que los intereses colectivos tienen que prevalecer sobre los individuales.

En lo personal, debo reconocer que la idea de este proyecto no solo me ilusiona, sino que creo poderosamente en uno de sus gestores. Jaime Fajardo, arquitecto experto en urbanismo, es padre de una gran amiga a quien admiro por los valores familiares que heredó de él. Su amplia experiencia y su intachable reputación son garantía de que puede ser un gran líder y promotor de una idea revolucionaria que puede poner a Ibagué a la altura de las ciudades más pujantes y prósperas de Latinoamérica. Ya es hora de que nos miren por algo más que las fiestas de San Pedro y San Juan o por los altos índices de desempleo, que entre otras cosas podrían descender sustancialmente una vez se inicie la construcción de esta mega obra.

JUAN CARLOS AGUIAR

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