La turbulencia en la política colombiana

libardo Vargas Celemin

Colombia es acosado permanentemente por las turbulencias tanto de carácter natural, como políticas. Estas últimas hacen parte de nuestra cotidianidad y caracterizan la condición de nuestros políticos y agitadores que echan a rodar rumores, arman polémicas que casi siempre rebasan los terrenos de la verdad e instauran la mentira o la duda como los únicos argumentos para descalificar a los contradictores.
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Es en medio de ese cruce de agitaciones que se da la solicitud del presidente a la Fiscalía para que se investigue a su hermano Fernando y a su hijo Nicolás, en una actitud ejemplar y ética que rara vez se ve en nuestro país. Petro afirmó: “Mi compromiso con Colombia y los colombianos es lograr la paz, y quien quiera interferir en ese propósito, o sacar provecho personal de este, no tiene cabida en el gobierno, incluso si son miembros de mi familia”. Inmediatamente surgieron los detractores que aprovechan cualquier rumor para magnificar la situación y antes de que se adelante la investigación y se falle ya están hablando de que está en juego la presidencia y manipulan  la opinión pública para aprovechar esos vientos y denigrar del presidente, cuando este ha sido enfático en afirmar: “respetaré las conclusiones a las que llegue la justicia”.

En la época electoral mucho se habló de que la derecha colombiana le impediría gobernar a Petro y hacia allá parece que soplaran los tornados de reciente aparición. El odio que expresan algunos miembros de la oposición en sus discursos deja entrever ese destino. Los partidos tradicionales que entraron como salvavidas a la coalición una vez recibieron sus cuotas burocráticas anuncian discrepar con las nuevas reformas como las de la salud, apenas lógico en una democracia, pero también aparecen momias de la política tradicional con sus propias reformas, no con el ánimo de enriquecer las discusiones, sino dispuestos a hacer valer los intereses que representan y que han sido corresponsables de las crisis.

El papel de algunos medios de comunicación está en entredicho nuevamente. Publicaciones que con saña condenan y se dedican, supuestamente en nombre de la verdad, a realizar seguimientos y a violentar la intimidad de personas en un torbellino de difamaciones y a publicitar personajes como testigos con pruebas que se dan por ciertas. 

Para lograr amainar el impacto de estas tormentas se requiere replantear algunas acciones por parte del capitán que dirige esta nave y su partido. Dejar sus aires revanchistas y exigirles más compromiso a sus aliados con las grandes reformas, impulsar los debates democráticos sin pretender imposiciones, pero tampoco claudicar con los principios que impulsaron el triunfo. Es hora de extremar sus acciones para combatir la corrupción y mantener transparencia frente a sus resultados.
Después de las turbulencias vendrá la calma.

LIBARDO VARGAS CELEMÍN

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