De los aedas a la inteligencia artificial

libardo Vargas Celemin

Gracias a los aedas, “que buscaban en primer término cantar la verdad sobre el pasado y dar gloria a las acciones de los héroes antiguos, transmitiendo a los hombres la verdad que les inspiraban las musas” (Francisco Rodríguez Adrados), la humanidad creó el oficio de contar historias, mitos y leyendas que, inicialmente se transmitieron en forma oral, pero que pronto se transformó en un trabajo ejercido por hombres y mujeres que optaron por dejar en palabras sus reflexiones sobre la  condición humana, sus ensoñaciones, imaginarios y fantasías.
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Pronto la aparición de géneros literarios diversificó las temáticas con que se encaraba este trabajo, al igual que los formatos en que materializaban sus producciones. La creación del libro, fue un largo camino de experimentaciones.

Irene Vallejo, autora de ‘El infinito en un junco’ nos dice: “desde la invención de la escritura, nuestros antepasados miraban alrededor preguntándose qué superficie conservaría mejor la huidiza huella de las letras (piedra tierra, corteza, juncos, pieles madera, marfil, tela metal...). Pretendían desafiar a las fuerzas del olvido fabricando el libro perfecto, transportable, duradero y cómodo”. Y lo lograron con los códices, textos pequeños escritos a mano. Este fue un paso de avanzada hasta la aparición del papel, gracias a un invento de los chinos, que más tarde los árabes llevan a occidente y se perfecciona su uso.

Con el invento de la imprenta y con el soporte de papel, el libro se catapulta, igual que el número de escritores. Entonces los áulicos de la tecnología vaticinan su extinción. El profesor Robert Darnton en su texto ‘Las razones del libro’, le sale al paso a esta pretensión, al recordarnos que: “la publicación de manuscritos siguió floreciendo mucho tiempo después de que Gutenberg inventara la imprenta, los periódicos no eliminaron los libros, la radio no sustituyó a los periódicos, la televisión no acabó con la radio y el internet no ha hecho que los telespectadores le den la espalda a sus televisores”.

En tiempos de la Cuarta Revolución Industrial se inició el ensayo de alternativas para disminuir la influencia de este objeto que, en la actualidad se volvió una mercancía y una necesidad social y cultural. Un ejemplo reciente es la aparición en el mercado de la plataforma ChapGPT,  producto de la inteligencia artificial, que pretende acabar con la tradición histórica de enseñar y entretener a través del libro. La creación de este artefacto no lo logrará, porque “no es copiando y pegando, las inteligencias artificiales no son perfectas y necesitan una curaduría para verificar la información, ya que depende de lo que se le pida, puede tener imprecisiones, falta de datos, o incluso, incurrir en plagios; es un error pensar que las IA son perfectas”.

 

LIBARDO VARGAS CELEMÍN

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