El pueblo la tumbó

Solo se requirió una semana para que las gabelas y la impunidad que campeaban en la reforma a la justicia, y que beneficiaban a los representantes de la casta oligárquica en el Congreso, las Cortes, el generalato y el alto Gobierno,

cayeran demolidas por la respuesta popular, que bien pronto les notificó a los tres poderes que los aires que hoy oxigenan al movimiento social son aires de resistencia y de cambio, parecidos a los que despeinan el paisaje en otros lares.

Lo bueno de este trance es que, además, le ha servido al país para evidenciar que su Presidente carece de la entereza suficiente para reconocer la responsabilidad mayúscula que ha tenido en el estercolero suscitado, no solo por haber contado con una polea de transmisión permanente en las discusiones del Congreso, su ministro de Justicia, sino por haber estado atizando a su bancada de la Unidad Nacional para que desconociera los justos reparos de la oposición y le aprobara el adefesio que finalmente sacó a las calles a las vanguardias democráticas del país en procura de dar inicio a los procedimientos revocatorios.

Ojalá que eso tan bueno continúe siéndolo. Y seguirá siendo bueno si no nos conformamos con ver por los suelos este nefasto proyecto y, al contrario, avanzamos hacia el entendimiento de que solo mediante transformaciones revolucionarias, orientadas a la creación de un Estado democrático, amigo de la paz, cimentado en los intereses de los ciudadanos y comprometido en avanzar hacia la abolición de toda explotación del hombre, podremos hacer de Colombia el paraíso que está llamado a ser por tener los recursos naturales y humanos que para ello se necesitan.

Por supuesto que no se trata de una bagatela. Es una tarea descomunal, revolucionaria, que sin embargo podemos cumplir si entendemos e interiorizamos la importancia de tres ingredientes que ya han demostrado su eficacia en otras luchas: La unidad para juntar recursos humanos y materiales, la organización para que no se desperdicien y la movilización para sacarles el provecho que a todos convenga.

Son ingredientes teóricamente compartidos por el PDA, la Marcha Patriótica, el Congreso de los Pueblos, la Mane, la Minga Indígena, la CUT y muchas otras organizaciones sociales y políticas.

Desafortunadamente, y esto es lo malo, sin que se hayan visto materializados en acciones conjuntas. Si viéramos que la alegría de haber logrado el archivo del nefasto Acto Legislativo sirviera de estímulo a todas estas organizaciones, sería de esperar que se pusieran de acuerdo para sacar adelante, por ejemplo, un paro cívico nacional que le hiciera entender al Gobierno que le llegó la hora de poner sus barbas en remojo. 

Credito
RODRIGO LÓPEZ OVIEDO

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