Valoración de unas efemérides

Manuel José Álvarez Didyme

A propósito de la proximidad de la efemérides del mal llamado descubrimiento de América, el próximo 12 de Octubre, que alguien con afortunado acierto rebautizó como “el amalgamiento de dos culturas” o “el encuentro de dos mundos”, y la casi coincidencia con la fecha de la fundación de nuestra Villa de San Bonifacio de Ibagué del Valle de las Lanzas.
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El 14 del mismo mes, -ésta de 1550 o 1551 y aquella de 1492-,  hizo que el vandálico desempeño de los indígenas en favor de Petro y en contra de Semana se transformara en centro de debate y confrontación entre los detractores de lo hecho por los representantes del imperio español en estas tierras, y quienes celebran con júbilo el arribo de la cultura peninsular a nuestros lares.

Los primeros viendo en cada íbero personaje, un genocida invasor, digno del más severo rechazo que no merece conmemoración ninguna, como lo han manifestado a través de los estropicios que recientemente le causaron los indígenas a la sede de la mencionada revista y en las frases insultantes que allí pronunciaron, en tanto que los segundos, hiperbólicamente sobrevaloran la carga de elementos culturales que, en su sentir, nos dejó la llegada de la que con reverencia llaman “la madre patria” y la de los conquistadores, en los que ven a legendarios héroes, dignos de admiración y conmemoración.

Expresiones –una y otra– típicas de nuestro radicalismo tropical, que nos impide evaluar con objetividad el pasado histórico y el presente político con desapasionada inteligencia, a fin de darle a cada quién lo suyo, como lo aconseja el popular refrán cuando, al efecto recomienda: “ni tanto que queme el santo ni tan poco que no lo alumbre”.

Porque mal puede llamarse genocidas, a quienes viajaron, –si bien en cumplimiento de una tarea por cuenta y orden de sus monarcas–, desafiando la ignota mar en unas estrechas y mal provistas carabelas; se aventuraron en tierras desconocidas e inhóspitas repletas de hostiles indígenas, y corriendo toda suerte de riesgos, descuajaron montañas, improvisaron trochas y a la mejor manera de esos otros intrépidos que en “Cien Años de Soledad” “…desentrañaron la tierra y eludiendo los escollos” fundaron  poblados, como el que hoy le da asiento a nuestras penas e ilusiones y que nos permite ser referenciados en la geografía universal: esta musical Ibagué.

Todo ello, claro que, asistidos entonces de elementos culturales tan valiosos como la energía eólica y la pólvora que les facilitaron a aquellos, tanto el desplazamiento por la mar océana, movidos por sus velámenes y conquistar a unos raizales primitivos e ingenuos que ante los truenos de sus arcabuces, los tomaron por deidades.

Lo cual no justifica, -ni más faltaba-, la depredación cultural que efectuaron con la que liquidaron siglos de sana convivencia de los nativos con la naturaleza, en un ambiente alejado de ambiciones y codicia, y mucho menos la esclavitud a la que los sometieron, ni las enfermedades con las que los contagiaron, al igual que los trabajos forzados que les impusieron y con los que los redujeron.

Todo lo cual fue compensado, según se historia, con los aportes de “civilización” como el idioma, la escritura, las matemáticas, la medicina, la religión y el derecho entre otros varios avances culturales. 

Un balance y una reflexión que debemos hacer hoy como expresión de sana inteligencia y sobretodo, de respeto por nuestro devenir histórico.

 

Manuel José Álvarez Didyme

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