Desvalimiento de bienes culturales en pleno centro de Ibagué. Al oído del Alcalde

María Yolanda Jaramillo G.

Las definiciones de orden urbano, son una muestra de apropiación, del proyecto de ciudad, que cada administración municipal asume; unos lo hacen como muestra perfecta de integración ciudadana, otros la convivencia pacifica, con el medio geográfico, pero muy pocos con un legado al patrimonio histórico cultural.
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Esto, se llevó a cabo en el pasado, cuando en Ibagué a pocos metros de la Alcaldía,  se destino un lugar especial para instalar el Monumento al Libertador; cuyo nombre hace honor a nuestro emblemático Parque “Simón Bolívar” como homenaje, testimonio  y reconocimiento de identidad histórico -  cultural, en la tradición de los tiempos.

Hoy representa el abandono, desidia, pobreza intelectual, lo cual conduce a la ignorancia, que desconoce y por consiguiente, el menosprecio de los personajes y hechos que han construido lo que hoy somos como Nación. El monumento en su condición actual de abandono, trasmite mensajes, que contradicen totalmente lo expresado en las aulas escolares, en el esfuerzo de los docentes, por cumplir su misión de educadores.

Además quienes nos visitan llevan el testimonio fotográfico de una ciudad, que adolece del sentido de pertenencia, y mucho mas grave aún el irrespeto en la no valoración a quienes se les rinde tributo. El escritor e historiador tolimense William Ospina, en su obra “En busca de Bolívar”, en su elogio al Libertador, manifiesta: “Sólo la plenitud de sus resultados nos permite al final, valorar un destino”. 

Por eso, cuando en los invisibles tribunales de la historia, alguien pregunte, cual es el valor de Bolívar, alguien podrá mostrarla fundación de  cinco republicas, la propuesta de que millones de seres humanos fueran dueños de su destino, y dejaran de ser siervos de las coronas europeas, la lucha incansable de una generación por la libertad de un continente, y cada uno de nosotros, podrá decidir en su corazón, cual es el valor de esas cosas, y que cielo merece”.

En el documento Carta de Venecia  1964, que regula  el valor del patrimonio manifiesta: “tomar siempre más conciencia de la unidad de los valores humanos, la humanidad las considera patrimonio común, y se reconoce responsable en forma solidaria de su salvaguardia frente a las generaciones futuras, a las que debe transmitirlas con toda la riqueza de su autenticidad”. Las obras monumentales de los pueblos  son portadores de mensajes espirituales del pasado, conservan en el presente, el vivo testimonio de la tradición de los tiempos. El siguiente patrimonio olvidado es la Plazoleta Darío Echandia  que lleva el nombre del insigne tolimense, esta plazoleta carece de símbolo que lo identifique, como espacio cultural que exalta su memoria, como personaje emérito, entre los grandes del Tolima.

La Plazoleta  “Santa Librada” es otro sitio abandonado, allí se encuentra la monumental escultura de Enrique Saldaña, la cual exalta la memoria de una indígena “Dulima” que según la leyenda la sacrificaron bajo el cargo de “rebelde al Rey y hechicera” en la ciudadela de Ibagué, quemada sobre una hoguera en su plaza principal. Plazoleta que debería tener una connotación de homenaje a nuestra raza indígena, igualmente se anota que se instalaron unas placas en honor a Amina Melendro de Pulecio, Leonor Buenaventura de Valencia y Manuel Antonio Bonilla, que podrían ser reubicadas en un pedestal en la Plazoleta Darío Echandia o en la Plazoleta de la Música, espacios más adecuados, para rendirles homenaje a tan ilustres personajes, en lugar de encontrarse a los pies de la Cacica “Dulima”.

MARÍA YOLANDA JARAMILLO

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