La deriva venezolana

El embalsamiento de Hugo Chávez y el proceso casi de deificación que ha empezado en Caracas es una jugada política que le ayudará a Nicolás Maduro a ganar de forma cómoda las próximas elecciones (y a gobernar, desde luego), pero es una decisión que puede eternizar la peligrosa polarización política en Venezuela.

Así, las posibilidades de reconciliación entre las dos partes que está dividido el país son remotas. El túnel en el que parece internarse el nuevo presidente venezolano no tiene salida. Le sirve a Maduro y al chavismo, pero no estoy seguro de que le sirva a Venezuela. Personalmente, creo que habría formas más útiles de aprovechar el legado.

La dimensión política e histórica de Chávez es innegable. Sería obtuso no reconocerlo. El tributo que le han rendido las mayorías venezolanas así lo testimonian, como lo testimonian también las manifestaciones de dolor que se vieron en otras partes del mundo, la cobertura de la prensa extranjera (lo digo en especial por el despliegue que hicieron El País y El Mundo, de Madrid) y la asistencia de treinta delegaciones gubernamentales a los funerales. Todo esto no se consigue gratis. Hay que hacer méritos. Y sin duda, Hugo Chávez, con sus luces y sombras, los hizo. Chávez le devolvió al pueblo la fe en la política. Le recordó que tenía derechos y que podía ejercerlos. Les dio identidad y dignidad, decían algunos al ser entrevistados. La memoria de un líder de esa dimensión puede aprovecharse para algo más que ganar unas elecciones.


Maduro no tiene problema alguno para ganar la presidencia. “Chávez, te lo juro, votaremos por Maduro”, coreaban las masas el viernes pasado. El voto por él será una especie de homenaje póstumo al Comandante. Y la gente sabe ser leal. Basta con preguntárselo a César Gaviria. La sacralización de Chávez debe tener otros motivos. Quizás, asegurarse el respaldo de los militares y la unificación del chavismo. No lo sé. Se comprende que Maduro sea agradecido y leal, aún después de la muerte de quien fuera su mentor. Pero podría estar elevando el gesto más allá de lo conveniente. Venezuela tiene muchos problemas qué resolver y no debería pasarse la vida peleándose entre chavistas y antichavistas. Eso de juramentar ante el féretro al nuevo vicepresidente, como si estuviese vivo, me parece un exceso. "Venimos a juramentarnos colectivamente, civiles y militares junto a usted, Comandante". Excede los límites de la lealtad y de la cordura.


Maduro quiere que los restos de Chávez queden embalsamados en una urna de cristal, como los de Lenin y los de Mao, o los de Eva Perón. Argentina aún tiene fresco en su memoria los problemas que supuso el embalsamiento de Evita. Su cadáver fue hurtado y llevado a Italia y luego repatriado, gracias a la acción de la segunda esposa de Perón. Todo un novelón. En Moscú, recientemente se discutía si la tumba de Lenin debería estar en la Plaza Roja o no, casi cien años después de la revolución. La verdad es que este tipo actos hechizan a la gente y la distraen de las preocupaciones reales, como la pobreza, la discriminación, la exclusión. Dicho de otra forma, de la defensa de los derechos humanos, que es la causa verdaderamente importante de este siglo. El decorado fúnebre que se le quiere dar a la democracia venezolana es patético y no creo que contribuya en algo a la unidad de ese, sin duda, muy admirable pueblo.  


Para Colombia es vital la estabilidad venezolana y el estrechamiento de los vínculos con este hermano país. Y va a ser muy difícil la interlocución mientras el país esté dividido, como lo está. Es deseable un diálogo abierto y franco entre el Gobierno y la oposición. Sería lo más conveniente.


Credito
GUILLERMO PÉREZ FLÓREZ

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