Se nos fue Rojitas

Rodrigo López Oviedo

Raúl Rojas González ya no está entre nosotros. Cloto, Láquesis y Átropos se lo llevaron, dejándonos el recuerdo de una vida entregada con devoción a la conquista de esa utopía que muchos creemos posible, mientras otros, pocos por cierto, la niegan aunque viven en ella sin que sus mieles les sean suficientes, y quieran más.
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Al irse, dejó el recuerdo de un guía, el mejor; de un timonel sin vacilaciones ante la tormenta, de un revolucionario integral, un luchador en todo su tiempo y de todos los tiempos, un concejal y diputado que, con su verbo básico y muchos sacrificios, buscó que el pueblo tuviera próxima la felicidad que tanto anhela.  

Si el destino final de los hombres fuera desandar sus pasos, Raúl Rojas se vería trasegando por comarcas cundidas de pobreza, injusticia, segregación, explotación, humillación; y al presentarse ante el tribunal de la historia podría exhibir con orgullo su permanente estar con las víctimas.

Raúl fue un convencido de que el Estado debía transformarse para acabar con su favorecimiento a quienes todo lo tienen, a costa de los pobres que de todo carecen. En palabras de su hija Victoria, “fue un ser humano admirable, preocupado siempre por los problemas del pueblo más que por los propios”.

Raúl Rojas fue un eterno perseguido. De ello dan cuenta los consejos verbales de guerra de que fue víctima en tiempos de las dictaduras militar y liberal conservadoras, además de algunas temporadas en la cárcel. Esa persecución lo obligó a varios períodos de vida clandestina, en los cuales hubo de pernoctar a cielo abierto después de fatigantes jornadas. La pérdida de partes importantes de su cuerpo y la muerte de varios de sus hijos y otros familiares por abrazar las mismas causas son evidencia del grado de sevicia a que pueden llegar las castas dominantes cuando de defender sus privilegios se trata.

Y todo lo anterior lo padeció sin doblegarse nunca; sin diezmar sus luchas por hacer del buen vivir y la felicidad de cada uno de sus compatriotas las características dominantes.

En fin, Raúl Rojas González fue un imprescindible compañero, de esos de armas tomar, en cuantas batallas tuvieron que librar los más humildes en procura del pan y del techo. Testigo de esto último es la Central Nacional Provivienda, por cuyo desarrollo luchó y de cuya acción quedan muchos barrios en Ibagué y primeras etapas de otros en el resto del departamento.

Gloria a tu recuerdo, amigo Raúl, y solidaridad a todos aquellos que sienten como propio tu lamentable retorno a la tierra en que sembraste tu ejemplo. Ese ejemplo lo acogerán otros. Ojalá con igual grandeza.

RODRIGO LÓPEZ OVIEDO

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