Exijamos implacablemente honestidad

Indira Orfa Tatiana Rojas Oviedo

Son aberrantes las prácticas corruptas que se configuran día a día, sin que haya sanción social, civil, disciplinaria o penal en todos los casos. Se convierte en un hecho nacional la corrupción ampliamente generalizada, donde el Tolima no queda bien posicionado.

¿Dónde está la falla, en el desconocimiento de las normas, (que no exime de responsabilidad), en la formación en la familia, en los currículos de todos los niveles educativos, en la búsqueda del enriquecimiento ilícito?

La corrupción campea desde quien vende los bizcochos y devuelve billetes de 2 mil pesos haciendo creer que son de 20 mil, por una compra de 10 mil con un billete de 50 mil, hasta el ingeniero civil, que disminuye la calidad de los materiales en la construcción de un puente, de una vía, de un edificio, a costa de la muerte de puñados de personas a raíz del desplome de los mismos y del mal nombre a las universidades en las cuales se formaron. Porque en primera instancia se pone en duda la calidad de profesionales que entregan al país; o la apropiación de recursos del Plan de Alimentación Escolar, que hacen cientos de contratistas, que además en la cadena disminuyen las porciones y la calidad de los alimentos para nuestros niños colombianos, sin que haya verdadero castigo para estos delincuentes.

La apropiación de recursos en el caso de los Nule, los grandes delincuentes como los Orlandos Arciniegas que hay en el país, a quienes no les duele la ciudadanía, los ocho funcionarios ladronzuelos de más de 3 mil millones de pesos en la Caja Agraria del Tolima.

Por todo lo anterior, quiero retomar la columna publicada por Sonia Díaz Mantilla, en el diario Vanguardia del 10 de junio del año en curso, que literalmente expresa:

“El viernes pasado, los 61 estudiantes de 11 grado del Marymount de Barranquilla se graduaron por ventanilla por cohonestar con dos delincuentes. Suena duro, ¿no? Pero se trata de eso. Un profesor que asesoraba a los estudiantes en un simulacro del Icfes (delincuente 1) le vendió a una estudiante (delincuente 2) los resultados del simulacro. Sí, ni siquiera era la prueba final. Pero la delincuente 2 vendió a otros varios delincuentes chiquitos (no pasan de 16 años) la prueba. No todos los chiquis compraron el resultado, pero se quedaron callados. El colegio se enteró, quiso sentar un precedente sobre temas éticos, canceló la ceremonia grupal, unos papás pusieron tutela (el Juez les dio la razón), el colegio dijo no estar obligado a hacer la ceremonia, los graduó por ventanilla. ¿Fin de la historia? No.

Lo que ocurrió en el Marymount de Barranquilla es un simulacro del país, con todos sus componentes. Los valores fundamentales de las sociedades, en el caso nuestro están patas arriba. Por ejemplo, el de la solidaridad, que es “el apoyo circunstancial a una causa o interés de otros”. Los estudiantes “solidarios” que callaron el ilícito así no lo hayan cometido, son cómplices y serán los adultos para los que la moral será de caucho, o que mirarán para otro lado si ven que alguien viola las normas”.

Los candidatos presidenciales que se disputarán los votos el próximo domingo, en su programa de gobierno, plantean la lucha contra la corrupción, tema que todos los políticos abordan en trace de campaña. Es tal el arraigo de la cultura de la corrupción que campea en todos los ámbitos, que le corresponde a la escuela desde su currículo aportar a una nueva generación, que además es fundamentalmente una tarea desde las familias y la sociedad en general. Obremos en consecuencia, es una tarea de todos, en todos los ámbitos.

tatianarojasoviedo34@gmail.com

Comentarios