Nacionalismo, fascismo y derechismo

Nelson Germán Sánchez

–Gersan-

Desde el histórico y supuesto pueblo de Dios (Israel), hasta quienes fueran sus verdugos en la mitad del siglo XX, (Los alemanes) pasando por la potencia nuclear del mundo (EE.UU.), la nación de la igualdad y libertad (Francia), la cuna del arte (Italia), la nación del socialismo (Rusia), en el viejo y desarrollado mundo; pero también entre nosotros los tercermundistas o como nos gusta llamarnos eufemísticamente países en vías de desarrollo o emergentes, el denominado neonacionalismo étnico parece ser una realidad con la que se debe lidiar.

Algunos autores modernos y estudios académicos de los que han hecho eco los medios de comunicación del mundo desde julio pasado, sitúan las causas de ese resurgir en el fracaso mismo de la llamada globalización, que para muchos fue una simple mundialización del capitalismo e individualismo humano, que se fundamentó en lo económico y el estado de bienestar, que al comenzar a dar síntomas de recesión o decrecimiento, asustó y exacerbó posturas de defensa propia y contra todo aquello que pudiera revertir ese estatus quo económico y lo identificó como una amenaza. Cuyo primer embrión siente en los discursos de supuestas luchas de clases.

Es decir, ni valores ni sentido de igualdad o justicia social, respeto a la diferencia, a la mezcla étnica y nuevas realidades demográficas fueron realmente aprendidos ni mucho menos instalados en la creencia del ser humano.

Y ante una supuesta internacionalización para ser un supuesto ciudadano del mundo, al estilo de la teoría de Habermas, lo que surgió fue un sentido de localidad, de identidad con el pasado, de evocar la grandeza económica, imperial, territorial, de apego a lo propio, a lo que creo conocer y por ende de rechazo a lo que no entiendo o lo diverso.

Eso, además de peligroso en términos de los odios de tipo étnico, homófobo, de desprecio hacia los pobres, los enfermos, los viejos, los refugiados, los desplazados, demuestra que la nuestra sigue siendo una sociedad ultraconservadora en sus “valores” y carente de un verdadero sentido humano, como lo señala la filósofa Adela Cortina.

Lo más temeroso de todo es que así como en una primera oleada, ese tipo de posturas frente al otro, de pensamiento político recalcitrante llega a la administración pública central, una segunda oleada comienza a calar hacia otras esferas y escenarios de la vida social.

Por ejemplo, en el sector privado, en el académico, en los gobiernos locales, las juntas vecinales, las organizaciones civiles y, una vez se instalan allí, es mucho más difícil ejercer procesos de educación y sensibilización para que los abandonen, porque se convertirán en parte de sus creencias, con las cuales se tomarán decisiones en la órbita personal, familiar y relacional social.

Por eso, lo que pasó con el señor Bolsonaro en Brasil ayer, con las próximas elecciones legislativas de noviembre en USA, es cosa que nos debe importar a todos, porque al igual que en Europa no solo se permeará el aparato estatal oficial, sino se bajará en cascada hacia las demás instancias de poder y organización democrática o comunitaria, enraizando mucho más el sentimiento de nativismo.

En Colombia no estamos lejos, pensemos lo que pensemos sobre nuestros propios avances democráticos, liberalidades de pensamiento, acuerdos de paz o convivencia, creo que la segunda muestra de todo ello la veremos en las elecciones regionales del año entrante sobre concejos, asambleas, gobernaciones y alcaldías. Espero equivocarme, pero se apelará a una lucha entre pobres y ricos, la xenofobia y los miedos extremos a subvertir el orden establecido. Espero equivocarme, pero amanecerá y veremos.

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