Fabiola Díaz Cruz, in memóriam

Y acudió precisamente a ella en los albores de esta Navidad, como llevando la contraria en esa actitud irreverente que siempre la caracterizó y que hizo de su vida una constante confrontación entre los sueños y la tosca realidad.

“Ronco palpitar de la tierra, 
Tierra norte que me hospedas
A ti acudo con mis brazos arriba”

Y acudió precisamente  a ella en los albores de esta Navidad, como llevando  la contraria en esa actitud irreverente que siempre  la caracterizó y que hizo de su vida  una constante confrontación entre los sueños y la tosca realidad. 

Fabiola Díaz Cruz nació en San Antonio en agosto de 1964 y cuando se esperaba que las letras guiarían su destino, se le atravesaron los números, porque “el corazón del tiempo/ tiene forma logarítmica”, escribiría en un poema y se dedicó a perseguir el título de licenciada en matemáticas, sin haberlo logrado, porque este camino tiene muchos atajos y ella cayó en la trampa y los emprendió para acortar distancias y se le enrevesaron las letras con los números.

Fue fundadora con Estela Rivera, Jorge Ladino Gaitán, Esperanza Carvajal y otros, del taller de creación literaria de la Universidad del Tolima por allá en los años noventa.  

Ganadora de concursos literarios regionales, publicó sus textos en cuanta hoja suelta se le apareció y con su gran amigo Carlos Castillo, lidió con el arte de vender la poesía entre los contertulios de un bar, los asistentes a un concierto, una conferencia, en las aulas de la UT y en cuanto sitio pudieran encontrar un mecenas. 

Fue incluida en la antología “Poetas del Tolima siglo XX” de Carlos Orlando Pardo, publicó en varios periódicos y revistas regionales; editó un breve poemario “Acechanzas” y dejó un libro inédito que esperamos ver publicado el próximo año para poder deleitarnos con la poesía de una mujer guerrera a quien la fortuna, en sus distintas manifestaciones, le fue esquiva y debió enfrentarse con el “clamor vociferante/de manos y de dientes“ para poder existir.

Aunque la poesía es una eterna construcción y no puede hablarse de autores acabados, si se pueden vislumbrar los caminos desde muy temprano y “Lola”, como le decíamos sus amigos, se caracterizó por las imágenes contrastivas y las metáforas que suscitan el dolor y la desesperanza “Y mis palabras te siguen/ hinchadas de tristeza” para desembocar en el paisaje local sin tapujos,  personificar el río de la cotidianidad y hacerle una petición “Amigo río Combeima/ ebrio de velocidad y espuma/ ahoga mis palabras” .

Lola se nos fue sin reproches, tal vez sin planear que mientras sus amigos estábamos imbuidos en la algarabía de la celebración navideña, ella estaba entregando sus  postreros respiros, en un intento por tejer un verso que hiciera menos dolorosa su partida, intento en el que sus fuerzas la abandonaron y quedó atada a las palabras, las únicas que redimirán su paso por la vida. 


Credito
LIBARDO VARGAS CELEMIN Profesor Titular UT

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