Carta al padre Kafka

Ayer se cumplieron ciento veinte años de tu aparición en este planeta y algunos medios registraron este hecho con las mismas frases con que siempre se refieren a tu obra.

Apreciado FranK:

Ayer se cumplieron ciento veinte años de tu aparición en este planeta y algunos medios registraron este hecho con las mismas frases con que siempre se refieren a tu obra. 

Hablaron de ese mundo complejo y de esas reglas desconocidas que constituyen tu propuesta para la humanidad y también destacaron tu soledad y tránsito casi lúgubre por la vida, aferrado a un oscuro cargo burocrático.

Hablaron también de ese temor reverencial que siempre parecías experimentar por tu padre y esa carta – catarsis  que le escribiste al viejo Hermann, donde trataste de liberar esos sentimientos encontrados que experimentabas por la autoridad paterna, a la cual temías, pero también aceptabas en una ambigüedad que todavía hoy los críticos no han logrado una explicación satisfactoria a esa relación que se mantuvo oscilando entre el respeto y el rechazo.

Me he atrevido a escribirte esta misiva, no para penetrar en los meandros de tu mente y encontrar la luz que ilumine el tránsito por tu obra. 

No es necesario tener claridad sobre los motivos que te llevaron a rogarle a tu gran amigo Max Brod que incinerara todos los manuscritos para privarnos de tu creatividad y, sobre todo, de tu radiografía de esa sociedad que ya vislumbrabas con el caos y la incomprensión de millones de seres, construyendo los laberintos y las redes que los distancian de la felicidad individual y colectiva.

Te escribo para reivindicar tu aguda percepción de la vida, la misma que te bastó para intuir y describir al hombre contemporáneo, como no lo han hecho los científicos sociales. Max Brod nos dice que tu nunca tomaste parte activa en los movimientos políticos. 

Pero tu participación contemplativa abarcaba todas las preocupaciones que se refirieron al mejoramiento de la condición humana, tal vez sea esta actitud un verdadero ejemplo que le legaste al artista de nuestros días, para que no renuncien a su compromiso con el ser humano, y se dejen llevar por las calenturas  y euforias retóricas de la militancia. 

Tu papel fue otro y lo hacías desde los rincones silenciosos de tertulias y círculos, captando la esencia de tus héroes que se convirtieron en paradigmas de la humanidad.

Estoy convencido que Gregorio Samsa y su caparazón de crustáceo, molusco o insecto, contiene simbólicamente muchas de las características de los seres marginados abruptamente de la carrera consumista. 

De igual manera tu Joseph K es el vivo reflejo de quienes jamás podremos adaptarnos a ese mecano que nos imponen y debemos pagar con nuestra propia vida el castigo por un delito que jamás conocimos.

Bastan estos dos ejemplos para agradecerte en esta breve carta el haberte convertido en el verdadero padre de la literatura contemporánea.

Credito
LIBARDO VARGAS CELEMIN Profesor Titular UT

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